Los hombres estamos en peligro de extinción o, al menos,
terminaremos ninguneados; usados a capricho por la parte femenina del yin yang
humano. Poco a poco, si Dios no lo remedia, la primacía del varón, está a punto
de pasar a ser una palabreja arcaica que distinguía y algo digno de ser
olvidado. Poco a poco como en las universidades son más ellas que ellos; más
determinadas; más intuitivas; más responsables; más centradas en la responsabilidad
que han asumido al matricularse; más inteligentes… además de crear vida.
Eso, como hombre, no me sienta mal; mi mujer me demuestra
cada día, desde hace muchísimos años, que es más importante que yo, en el
ámbito familiar y en el ámbito de nuestro pequeño negocio familiar. Mi mérito
profesional es menguado, si se tiene en cuenta que me viene de familia; ella,
se ha reciclado para ser útil al negocio y, siempre con una sonrisa en la cara,
como si no le costara el menor sacrificio, tomar la más amplia panoplia de
obligaciones, aplicándose en el buen rendimiento de sus cometidos. Además de
darme dos hijos a los que ha pasado una buena parte de sus virtudes. Este blog
no lo lee mi mujer.
Es descorazonador saber que para alguna mala bestia, indigno
de pertenecer a la especie humana, la vida de su mujer le merezca tan poco
respeto como para arrancársela a machetazos o de cualquier otra manera. No es
posible hallar motivo que justifique tan bárbara decisión.
La pasada semana y en lo que llevamos de esta ya son seis
mujeres y, para las autoridades españolas, para tratar de reducir o, mejor
dicho, acabar con tan grave problema, es suficiente la justicia, con sus
sentencias laxas, y la educación, desde la guardería, en adelante. Señor don
Mariano Rajoy ¿presidente del gobierno?
y señor don Alberto Ruiz Gallardón ¿ministro de Justicia? Al menos yo, no estoy
de acuerdo con la dinámica que se emplea para dominar tan grave problema. No es
posible un buen rendimiento en las armas empleadas porque, como estamos viendo,
no parece remitir, sino aumentar, los asesinatos de mujeres a manos de sus
parejas o ex parejas. Hay que buscar una solución drástica y práctica. ¿Cuál
sería esa solución?
Cuando un hombre es capaz de pegar a su mujer, no es
suficiente, señores jueces, condenar a esa mierda hombre a un simple
alejamiento, y ni siquiera a perpetuidad. Del Código Civil, seguro que si se
pone empeño, se encontrarían castigos más severos. La judicatura española para
atajar el embrión de este gran delito, no tiene previsto nada que merezca la
pena. No es que no haya, es que se lo han tomado a inventario de duendes; es
que se ha perdido el respeto desde la parte alta de la catedral de la justicia,
al eslabón más débil de la especie.
Se hacen leyes discriminatorias que solamente sirven para
desprestigio de la mujer, a los ojos de los imbéciles, que se quedan solamente
con lo anecdótico: las denuncias falsas de violencia; la atención compartida de
los hijos, poco a poco se va solucionando, más por la buena voluntad de los padres,
que por la intervención de la justicia.
La mujer y el hombre, o el hombre y la mujer, son las dos
partes de que se compone la especie humana; es verdad que somos diferentes
-¡Vive la différence! que dicen los franceses- pero somos dos partes que
conforman una misma cosa. Busquemos entre ambos la convivencia natural, y no
nos empeñemos en encontrar lo malo del otro. Es un hecho ¡Natural! Que cada día
se encuentran más mujeres en cargos relevantes en empresas, en equipos
científicos y hasta en la política. Claro que sí; por qué no, si son tan inteligentes,
al menos, para que nadie se me enfade, como nosotros, -los que sean
inteligentes, claro-. Solo un pero, y mira que me duele, les pongo. Es algo,
que me llega a poner de muy mala leche, al tiempo que me produce un sentimiento
de admiración. Lo que no me gusta es que nos hayan usurpado los pantalones y lo
que me admira en cantidades estratosféricas es, lo requetebién que les quedan.
Vamos, mejor que a mí.
Te agradezco, mi buen camarada Rafa Estremera, tu interés
por mi integridad física y por la del radiador. También agradezco de corazón
–rojo y gualda- tu invitación, para ti trabajosa, a seguir metido en esta
adicción (Dios seguro que te condenará), de la que me es imposible
desintoxicarme. Lástima que nuestras circunstancias no nos permitan vernos de
vez en cuando y cambiar impresiones.
Un abrazo junto a algo que ya, se nos va oxidando ¡Arriba
España!