¿Por qué esta fotografía es posible en el Reino Unido? ¿Por qué esta fotografía no es posible en España?
En la parte superior de la portada del Mundo de Siglo XXI, separándolas con la foto que muestra el apretón de manos entre la reina de Inglaterra, Isabel II y el ex dirigente del IRA Martín Mc Guinness, la dirección (me supongo) del periódico, hace esas dos preguntas, mal intencionadas, en mi opinión, que han de ser inasumibles por una sociedad, la española, que ha sufrido el horror, la extorsión, los secuestros y asesinatos sin más justificación que la locura de unos fanáticos, cuyos delirios les han empujado a tales atropellos.
La foto de esas dos personas, representativas de las dos partes del conflicto en tierras británicas, ni ellas, ni el conflicto, tienen nada que ver con nuestra Patria, ni con los crímenes de ETA. De ninguna de las maneras se puede permitir poner en paralelo los motivos que llevaron a los católicos irlandeses a enfrentarse en lucha armada con el gobierno de su graciosa majestad. A nada que se estudien un poco, con imparcialidad, se puede ver perfectamente claro que la falta de derechos de los católicos norirlandeses llegaban al extremo de no poder aspirar a la propiedad de sus casas, negocios o tierras. Ser católico en Irlanda del Norte se reducía a ser un individuo de segunda categoría, en la práctica, sin representación política al estar todo el poder en manos de los unionistas. No se puede, sibilinamente, buscar la analogía de estas dos “guerras”, y menos, desde las páginas de un periódico tan importante. Entrar en la comparación de los motivos de los católico irlandesas, con los motivos que arguyen los asesinos etarras, es una ficción canallesca que ofende a los católicos norirlandeses, tanto como a las víctimas españolas. Allí, se luchó con gallardía por la conquista de unos derechos; aquí, son unos descerebrados; unos cobardes asesinos, a quienes ampara de manera repulsiva parte de la sociedad vasca, desconocedora de su grandísima historia, encabezada por clérigos anticristo y políticos catetos que, en el separatismo, buscan la notoriedad personal que por su falta de inteligencia no le ha sido dada.
La fotografía en cuestión ilustra un acto sin más valor que el ver a la reina de Inglaterra con su tradicional mal gusto estético, saludar a un guerrillero que fue, junto a otros muchos seres humanos anónimos, capaz de poner en grave riesgo su vida, por alcanzar unos derechos humanos comunes al resto de los habitantes de aquel país, independientemente de su filiación política o su credo religioso.
La fotografía que sería bueno que viéramos los españoles, es la que mostrase una pared de gran longitud y, contra ella, todos los etarras que ahora están disfrutando de las bondades de nuestras cárceles, segundos antes de ser ajusticiados. Aunque no se si siquiera merecen el gasto del coste de los proyectiles.
Hoy, además de volver a saludar a mis amigos argentinos, mandándoles un fuerte abrazo (ya me figuro que pensarán que sería mejor un jamón ibérico), que también se lo mando a mis amigos, y si me lo permiten, camaradas, que desde el Reino Unido me hacen la merced de aguantarme.
En la parte superior de la portada del Mundo de Siglo XXI, separándolas con la foto que muestra el apretón de manos entre la reina de Inglaterra, Isabel II y el ex dirigente del IRA Martín Mc Guinness, la dirección (me supongo) del periódico, hace esas dos preguntas, mal intencionadas, en mi opinión, que han de ser inasumibles por una sociedad, la española, que ha sufrido el horror, la extorsión, los secuestros y asesinatos sin más justificación que la locura de unos fanáticos, cuyos delirios les han empujado a tales atropellos.
La foto de esas dos personas, representativas de las dos partes del conflicto en tierras británicas, ni ellas, ni el conflicto, tienen nada que ver con nuestra Patria, ni con los crímenes de ETA. De ninguna de las maneras se puede permitir poner en paralelo los motivos que llevaron a los católicos irlandeses a enfrentarse en lucha armada con el gobierno de su graciosa majestad. A nada que se estudien un poco, con imparcialidad, se puede ver perfectamente claro que la falta de derechos de los católicos norirlandeses llegaban al extremo de no poder aspirar a la propiedad de sus casas, negocios o tierras. Ser católico en Irlanda del Norte se reducía a ser un individuo de segunda categoría, en la práctica, sin representación política al estar todo el poder en manos de los unionistas. No se puede, sibilinamente, buscar la analogía de estas dos “guerras”, y menos, desde las páginas de un periódico tan importante. Entrar en la comparación de los motivos de los católico irlandesas, con los motivos que arguyen los asesinos etarras, es una ficción canallesca que ofende a los católicos norirlandeses, tanto como a las víctimas españolas. Allí, se luchó con gallardía por la conquista de unos derechos; aquí, son unos descerebrados; unos cobardes asesinos, a quienes ampara de manera repulsiva parte de la sociedad vasca, desconocedora de su grandísima historia, encabezada por clérigos anticristo y políticos catetos que, en el separatismo, buscan la notoriedad personal que por su falta de inteligencia no le ha sido dada.
La fotografía en cuestión ilustra un acto sin más valor que el ver a la reina de Inglaterra con su tradicional mal gusto estético, saludar a un guerrillero que fue, junto a otros muchos seres humanos anónimos, capaz de poner en grave riesgo su vida, por alcanzar unos derechos humanos comunes al resto de los habitantes de aquel país, independientemente de su filiación política o su credo religioso.
La fotografía que sería bueno que viéramos los españoles, es la que mostrase una pared de gran longitud y, contra ella, todos los etarras que ahora están disfrutando de las bondades de nuestras cárceles, segundos antes de ser ajusticiados. Aunque no se si siquiera merecen el gasto del coste de los proyectiles.
Hoy, además de volver a saludar a mis amigos argentinos, mandándoles un fuerte abrazo (ya me figuro que pensarán que sería mejor un jamón ibérico), que también se lo mando a mis amigos, y si me lo permiten, camaradas, que desde el Reino Unido me hacen la merced de aguantarme.