domingo, 19 de mayo de 2013

LA DECIMOPRIMERA DE LAS PLAGAS.


En ocasiones, hasta la más lerda de las personas es capaz de expresarse con rigor y ciencia. Hoy he escuchado a la vicesecretaria general de PSOE, doña Elenana Valenciano decir una verdad de muchísimos quilates, después de aceptar el hecho indiscutible que los partidos políticos han caído sobre nosotros como la decimoprimera de las plagas, desprendida de las diez que le fueron mandadas a Egipto, por Dios, como castigo divino por no permitir el Faraón la liberación de los judíos de Moisés que, como todos recordamos fueron: de sangre; de ranas; de piojos; de moscas; en el ganado; granizo; úlcera; de langostas; de tinieblas; de la muerte de los primogénitos. Lamentablemente a Dios se le resbaló la de políticos y, en vez de caerle al Faraón, nos ha caído a nosotros, aunque con varios siglos de diferencia ¡Qué le vamos a hacer! Claro que peor sería no tener con que mear.

Elenanita “la cortita”, nos ha dicho a los españoles que sí hay, aunque parezca mentira, algo peor que los partidos políticos y es “que no los hubiera”. Normal; así está el PSOE por nutrirse de desechos de tienta universitaria. Esta gente tan poco desarrollada intelectualmente es la que perpetúa a individuos como don Mariano Rajoy, Montoro, Ana Mato, Fátima Báñez, Jorge Fernández Díaz y algún que otro etcétera, demostrando con sus actitudes y aptitudes, que hasta un cojo a quien le faltaran las dos piernas, correría los cien metros lisos mucho más rápidos que ellos. Por ese motivo a los españoles ya ni nos sorprende ni nos escandalizan las dos maneras de llegar y hacer política; al estar a la fuerza familiarizados con los dos modelos que representan los "valores" que afloran y las formas que se usan para llegar al poder, de cada uno de ellos, esa asquerosidad que conocemos como las izquierdas y las derechas. Las izquierdas son fácilmente reconocibles por el gran empeño que ponen en despreciar la inteligencia por considerarla reaccionaria y fascista (Alfonso Guerra, José Blanco; José Montilla, Leire Pajín, Luis Roldán y un largo etcétera, que inventaron o exageraron valores intelectuales) se decanta por la demagogia de la que usan con enorme maestría digna de mejores empeños. Y la derecha, esa masa foforra de gentes con apariencia de seres inteligentes, por haberse esforzado en aprender, que van dando la sensación que en las distintas universidades de la Nación, junto a sus licenciaturas, se les hace entrega de un Memorándum, con las mil y una mareas de hacer el imbécil, ante los nazionalismos existentes y ante las distintas izquierdas.

Seguramente la señora Valenciano, por estar pergeñando alguna de las estupideces con que nos ameniza, o entretenida en explicar sus obvios descubrimientos, no ha tenido tiempo para enterarse que la historia  del Mundo tiene muchos más años que los treinta y ocho desgraciados que llevamos vividos desde 1975. Muchos países, España entre ellos, han tenido largos periodos de buen gobierno y si repasamos la “Gran Historia del Mundo”, son siempre, o casi siempre, para que no se me llame exagerado, los políticos (que ya existían antes de inventarse la política), quienes buscaron y encontraros las mayores catástrofes conocidas y sufridas por la Humanidad: las dos Grandes Guerras que causaron muchos millones de vidas humanas; el lanzamiento sobre Japón de dos inhumanas bombas atómicas; el terrorismo y desorden civil; crímenes mal llamados de Estado; el hambre y la pobreza en gran parte del Mundo. Estas son las cosas que por acción u omisión, y con toda razón, les debemos agradecer a esas gentes que, como la señora Valenciano, viven a las mil maravillas, sin ninguna capacidad que les avale; simplemente por pertenecer a  esa clase “tan Imprescindible”.

Los avances conseguidos por la humanidad que sirven para que las personas puedan vivir más y en mejores condiciones, están muy lejos de la acción de los partidos políticos. Jamás por las puertas de sus sedes, se han visto salir ni uno solo de esos grandes prodigios. En cambio, si vemos salir todos los días, con los bolsillos llenos de nuestro dinero –que su inteligencia apenas les da para poder contar-, un gran número de sinvergüenzos y sinvergüenzas.

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