En ocasiones, hasta la más lerda de las personas es capaz de
expresarse con rigor y ciencia. Hoy he escuchado a la vicesecretaria general de
PSOE, doña Elenana Valenciano decir una verdad de muchísimos quilates, después
de aceptar el hecho indiscutible que los partidos políticos han caído sobre
nosotros como la decimoprimera de las plagas, desprendida de las diez que le
fueron mandadas a Egipto, por Dios, como castigo divino por no permitir el
Faraón la liberación de los judíos de Moisés que, como todos recordamos fueron:
de sangre; de ranas; de piojos; de moscas; en el ganado; granizo; úlcera; de
langostas; de tinieblas; de la muerte de los primogénitos. Lamentablemente a
Dios se le resbaló la de políticos y, en vez de caerle al Faraón, nos ha caído
a nosotros, aunque con varios siglos de diferencia ¡Qué le vamos a hacer! Claro
que peor sería no tener con que mear.
Elenanita “la cortita”, nos ha dicho a los españoles que sí
hay, aunque parezca mentira, algo peor que los partidos políticos y es “que no
los hubiera”. Normal; así está el PSOE por nutrirse de desechos de tienta
universitaria. Esta gente tan poco desarrollada intelectualmente es la que
perpetúa a individuos como don Mariano Rajoy, Montoro, Ana Mato, Fátima Báñez,
Jorge Fernández Díaz y algún que otro etcétera, demostrando con sus actitudes y
aptitudes, que hasta un cojo a quien le faltaran las dos piernas, correría los
cien metros lisos mucho más rápidos que ellos. Por ese motivo a los españoles
ya ni nos sorprende ni nos escandalizan las dos maneras de llegar y hacer
política; al estar a la fuerza familiarizados con los dos modelos que
representan los "valores" que afloran y las formas que se usan para
llegar al poder, de cada uno de ellos, esa asquerosidad que conocemos como las
izquierdas y las derechas. Las izquierdas son fácilmente reconocibles por el
gran empeño que ponen en despreciar la inteligencia por considerarla
reaccionaria y fascista (Alfonso Guerra, José Blanco; José Montilla, Leire
Pajín, Luis Roldán y un largo etcétera, que inventaron o exageraron valores
intelectuales) se decanta por la demagogia de la que usan con enorme maestría
digna de mejores empeños. Y la derecha, esa masa foforra de gentes con
apariencia de seres inteligentes, por haberse esforzado en aprender, que van
dando la sensación que en las distintas universidades de la Nación, junto a sus
licenciaturas, se les hace entrega de un Memorándum, con las mil y una mareas
de hacer el imbécil, ante los nazionalismos existentes y ante las distintas
izquierdas.
Seguramente la señora Valenciano, por estar pergeñando alguna
de las estupideces con que nos ameniza, o entretenida en explicar sus obvios
descubrimientos, no ha tenido tiempo para enterarse que la historia del Mundo tiene muchos más años que los
treinta y ocho desgraciados que llevamos vividos desde 1975. Muchos países,
España entre ellos, han tenido largos periodos de buen gobierno y si repasamos
la “Gran Historia del Mundo”, son siempre, o casi siempre, para que no se me
llame exagerado, los políticos (que ya existían antes de inventarse la
política), quienes buscaron y encontraros las mayores catástrofes conocidas y
sufridas por la Humanidad: las dos Grandes Guerras que causaron muchos millones
de vidas humanas; el lanzamiento sobre Japón de dos inhumanas bombas atómicas;
el terrorismo y desorden civil; crímenes mal llamados de Estado; el hambre y la
pobreza en gran parte del Mundo. Estas son las cosas que por acción u omisión,
y con toda razón, les debemos agradecer a esas gentes que, como la señora
Valenciano, viven a las mil maravillas, sin ninguna capacidad que les avale;
simplemente por pertenecer a esa clase
“tan Imprescindible”.
Los avances conseguidos por la humanidad que sirven para que
las personas puedan vivir más y en mejores condiciones, están muy lejos de la
acción de los partidos políticos. Jamás por las puertas de sus sedes, se han
visto salir ni uno solo de esos grandes prodigios. En cambio, si vemos salir
todos los días, con los bolsillos llenos de nuestro dinero –que su inteligencia
apenas les da para poder contar-, un gran número de sinvergüenzos y
sinvergüenzas.
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