Es bastante más probable el triunfo de quien se postula para la trascendental empresa de gobernar un país rodeándose de los mejores -pero ni así es seguro- que el triunfo de quien se empeña en hacer lo mismo, él desnudito de atributos intelectuales, como un recién parido -nos quedamos ahí, para no sacar el tema de la Moral; la Ética; la Estética; la Lealtad; también la Humildad- y, para completar el grupo, querer reunirse con lo que buenamente se encuentre rebuscando en los tenduchos de un mercadillo callejero, donde todo lo que se vende es "género de más que sospechosa autenticidad". Cosa que a él no le afecta pues su necedad hace que al levantarse de la cama; enfrentándose al espejo del armario ropero, este le devuelva la imagen de un chavalote moreno de brillante y ondulado, sin llegar al rizo, cabello rubio; que se eleva del suelo con ascendentes centímetros en fila india, uno seguidito de otro, hasta completar un físico de ciento noventa y algún que otro más; musculoso, pero no con el exceso de oso;
adornado como un arbolito de Navidad, con dos refulgentes ojos verdes, que te quiero verde, que quitan el hipo y enloquecen a chicos y chicas LGTBI, uno -de los ojos- a cada lado de la "cesarial" nariz y que, para mayor gloria, además de todo lo reseñado, se congratula de ser portador de un rostro atractivo y molón, encerrado en los límites aduaneros que marcan los cabellos, por el Norte; la barbilla, por el Sur, y una oreja por el Este y la otra por el Oeste, que se ilumina -como un anuncio de la Coca Cola- con una sonrisa seductora que te cagas, garantía de urnas llenas de votos en cada cita electoral.
Ante semejante visión, ahí tenemos a quien no dudó ni un segundo en lanzarse al estrellato sin reparar que por no tener, ni siquiera tiene la capacidad de saber medir la trascendencia de esa empresa en la que se ha metido él, en compañía de las "prendas" de la rebusca en el mercadillo humano.
Lo malo es que esta clase de gilipollas que aparecen por milagro del maligno en altísimos lugares, sin tener los conocimientos necesarios, es que las consecuencias; el alto costo de sus estúpidas acciones: la desaparición de empresas, el crecimiento del paro, el endeudamiento de la nación, el empobrecimiento de la sociedad, el desenfrenado e improductivo despilfarro; ellos, el gilipollas que les manda al resto de gilipollas, cuando por fin se van, lo hacen
con "lo ganado", sin que exista nada ni nadie, ni si siquiera la Jefatura del Estado, que le propine el "repaso" que se les debería aplicar.
Eloy R. Mirayo.