Es una gran desgracia ser madera y quemarse sin hacer ni una pequeñita llama; o ser un sonoro y largo pedo, carente de fétido olor. Eso es lo que le está ocurriendo a don Mariano Rajoy; se esta quemando durante su etapa en la presidencia del Gobierno, habiendo tenido ocasión de llamear, y no ha tenido la capacidad de, ni siquiera, echar una tenue columna de humo, o una tenue brisa de nauseabundo olor a huevos podridos. Don Mariano pasara a la "historieta" de estos años democaquitos, como una equivocación de la Naturaleza; como la palmera que se carga de melones cuando lo suyo es que diera dulces dátiles.
El ser humano se divide en dos grupos mayoritarios, aquellos que tienen la capacidad de mandar, y quienes tienen la capacidad de obedecer; ambas capacidades necesarias, no siempre fáciles de desarrollar.
Cuando en puestos de gran responsabilidad se trastocan las cosa y manda un "obedecedor", en vez de un "mandador", la sombra del fracaso se cierne sobre la empresa emprendida con la peor de sus intenciones. En la mayoría de los casos, la sombra llega dramáticamente a materializarse.
Cualquier persona, aunque solamente tenga un poco de inteligencia -como quien suscribe-
intuye que para gobernar cualquier clase de empresa, y el gobierno de una nación lo es, además de tener el imprescindible don de mando, la preparación adecuada, y el sentido común que se necesita para reconocer y enfrentarse a los posibles problemas, ha de gozar de la valentía suficiente -mucha- para tomar decisiones, las normales y las arriesgadas, por muy arriesgadas que pudieran ser, y siempre buscando lo positivo para la empresa que se dirime.
Todas esas virtudes, y algunas mas que se me han perdido por alguna parte, son las que, si las tiene el señor Rajoy, se le han debido quedar enmohecidas de no usarlas. Pero yo, en mi libertad, creo que de todas está carente, porque son tan esplendorosas que el individuo que las posee ni siquiera las puede disimular. Y el no tiene mas brillo que el del fondillo de los pantalones, si acaso.
A las personas capaces, las ideas y la toma de decisiones, les brotan con facilidad; a los incapaces, se las tienen que imponer, como ha ocurrido en la mayoría de las decisiones que el señor Rajoy y sus ministros han tomado por mandato de la UE.
Se entiende que si uno pertenece a una institución, o aceptas sus normas, o te borras. Aunque, como pasa en cualquier orden de las cosas, existen matices que es lícito emplear. Todos recordamos las prisas gubernamentales para excarcelar a asesinos etarras, por sentencia del Tribunal de Derechos Humanos, cuando, dentro de la legalidad, el Gobierno podría haber demorado la decisión.
Hay cantidad de ejemplos de personas que siendo unos obedientes excelentes; capaces de llevar a buen fin las órdenes recibidas que, como el señor Rajoy, por un mal capricho de alguien (Aznar) son aupados a "tronos" que les vienen grandes para el tamaño de su culo. Fracasan estrepitosamente y en su descalabro, nos lleva a quiénes somos inocentes, a la necesidad, como está ocurriendo, de ponernos Betadine, Ártica y Tiritas por todo "il corpore insepulto".
Y es que "hay un sitio para toda cosa, y una cosa para todo sitio" ¡Ay mi abuelita Leonor!.
Por Eloy R. Mirayo.