Es suceso, cada vez más raro, conocer a alguien que sea consciente y capaz de disfrutar de su libre albedrío. Quizás sea porque sin enterarse de ello, a través de la política actual, esta jodida democracia, junto a la voluntad y el buen sentido, también ha sido desposeído de ese algo tan hermoso con lo que los seres humanos venimos al mundo. Los cristianos creemos que, junto a la vida, es el mejor de los regalos que Dios nos hace a quienes somos hechos a su imagen y semejanza.
El interés prevalecedor; el poder duro que difuminado parece no tener físico, que tiene conquistado casi todo el mundo conocido, para salvaguardarse en tiempo infinito de posibles intentos discutidores de su hegemonía, está tratando -poco a poco lo va consiguiendo-, de transformar al ser humano que no necesite para su funcionamiento, en seres receptores y difusores, entre si, de su doctrina y sus normas de obligado cumplimiento, en robots de carne y hueso sin inspiración propia para nada que no sea masticar, tragar y evacuar el intestino y la vejiga a su debido tiempo.
¿Para qué necesita pensar un parado a perpetuidad? ¿Eso le va a proporcionar más felicidad?
¡Pues claro que no! Lo que se está convirtiendo en natural es: "la igualdad". Entonces para llegar a la igualdad deseada por el "poder duro difuminado" lo mejor es desposeer a la humanidad "sobrante" -la inmensa mayoría de la población mundial- de la capacidad de pensamiento para reaccionar. Y así.
Yo lo compruebo cada día simplemente siguiendo los espacios de tertulia en emisoras de radio y televisión, y poniendo atención en las conversaciones que se escuchan por la calle o en cualquier clase de local de culto, comercial o de entretenimiento.
Los eslóganes políticos infinitamente repetidos por los profesionales de los distintos partidos, y por los simpatizantes; lo que a las primeras de cambio uno se entera con quién está hablando que son cuatro: Casado, Rivera, Sánchez e Iglesias, o con quienes les escribe el guión.
No me da la gana enumerar eslóganes, oraciones acuñadas, ni descalificaciones ¿para qué? Si todos lo conocemos. Pero... es que esta palabreja me tiene profundamente enamorado... Qué finura ¡mamma mía! Que suavidad al oído; que cálido sonido:
¡¡¡HUMILDAD!!!. Maravillosa sonoridad gramatical; melománico vocablo que acaricia el diapasón de nuestras entrañas, provocando sensaciones sexuales (erección y excitación clitoriana, según quién) adormeciendo tensiones perturbadoras.
Ya, hasta los niños y niñas en vez de decir "ajo", como primera palabra que salga de sus boquitas, dicen "humildad". Es imposible poner la oreja en plena calle, sin escuchar, como eco recurrente, humildad... humildad... humildaaad...
huumiildaaaad.
Hace ya unas cuantas lunas alguien humildemente -dijo- me contó que su humildad llega al punto que hasta cuando asiste al water, hace una humilde deposición, dejándose humildemente el resto en los intestinos, para que nadie pudiera decir, viendo la totalidad en el fondo de la taza, que había cagado con arrogancia.
Eloy R. Mirayo.