martes, 28 de mayo de 2013

HASTA QUE SE LES OCURRA OTRA CABRONADA.


Este sábado pasado, no es broma, sufrí un accidente casero que a punto estuvo de costarme la vida. Fue de la manera más tonta; bajando por la escalera que une las dos plantas de mi casa, se me embazó la suela del zapato en el borde de madera de un escalón y bajé rodando, en realidad más que rodando, salí disparado con la testa por delante, erecto como el Cipote de Archidona, hasta chocar contra un radiador de la calefacción, donde dejé la huella de mi cabeza en forma de abolladura. Mi abuela, al referirse a mí, decía que tenía la cabeza muy dura y, por lo acontecido el sábado, no andaba descaminada pues ni una gota de sangre perdí. Total que todo se ha resuelto con un chichón y alguna magulladura. Fue una buena caída.

Pero para caída importante, la del precio del oro. El oro es un valor que últimamente ha estado sobrevalorado, no en su precio, que también, sino en la creencia de la gente ahorradora, que ha llegado a pensar que es un bueno y seguro valor. Craso error; esa inversión es como meter el dinero en la típica hucha de barro. La inversión en el preciado metal es una inversión que durante años puede resultar improductiva, que es igual a perder el dinero que generaría a través de unos intereses, si se tuvieran, aunque solamente fuera a plazo fijo. Desde 1978, hasta 2011 el precio del oro fluctuó alrededor de los 12 euros, que debería ser su normalidad. Lo que ha pasado en estos últimos dos años, hay que buscar la explicación, que para mí no es otra que la especulación a nivel internacional. No hay en estos momentos grandes guerras con serias complicaciones internacionales ni han acaecido hechos desgraciados de gran tamaño que, al provocar un elevado gasto, justifiquen que en tan corto plazo, escasamente dos años, haya hecho variar su precio de 12, a 44 euros, que llegó a pagarse hace no más de un par de meses.

¿Entonces…? Especulación del Capitalismo Salvaje y Predador. El capitalismo, ese ente sin sentimiento ni ideología, pero al que, por su tremendo egoísmo, no le termina de satisfacer ser el amo y señor de una grandísima parte de la riqueza mundial; lo que él quiere, y no le importan los medios a emplear, es la TOTALIDAD; el ciento por ciento. No le es suficiente comerse todo el menú; también quiere comerse las migas de sobre el mantel.

En su innoble intento de arramplar hasta con los palos del sombrajo, a base de propaganda invasiva, de la que nadie parece poderse defender, lo ha logrado. No ha sido necesario largas campañas, cuatro o cinco palabras les han sido suficientes para avivar el temor y la codicia de la gente sencilla. El temor creando la inestabilidad de las empresas financieras, bancos y cajas de ahorros de todo el mundo. Y la codicia, haciendo subir el precio del oro a niveles impensables; quienes compraron a 12 y a las pocas semanas les valía 15, volvían a comprar e invitaban a familiares y amigos a seguir su ejemplo. ¿Con que intención, os preguntareis? Sencillo; con la intención de que ese dinero desapareciera del mercado del crédito a las empresas. Naturalmente no a las propias, que a esas no les ha faltado liquidez para seguir y aumentar sus producciones. A quienes les ha faltado y, con ello llegó su desaparición, fue a cientos de miles, quizá algún millón, de medianas y pequeñas empresas; comerciantes y autónomos, gentes sencillas, que no podrán seguir siendo la molestia del gorrión al enorme paquidermo.

Ya está, de momento, hecho el mal; ahora ¿qué es lo que van a hacer? Devaluar el oro hasta el precio natural y, de esa forma tan sencilla, volverán a ganar otro pegote de millones -gracias a la estupidez humana- con los que reforzar, aún más, su posición, hasta que se les ocurra otra cabronada.

El asunto del oro aquí, en España, que es lo que me duele, va a empequeñecer al asunto de las Preferentes.

1 comentario:

Rafael C. Estremera dijo...

Hombre, Eloy, vaya susto.

Espero que estés bien: y cuídate, que hay que seguir dando guerra mucho tiempo.

(También espero que el radiador se recupere)