martes, 28 de enero de 2020

NO ES PARA TANTA CELEBRACIÓN.

¿La reforma del Código Penal? Eso es algo que la sociedad española que está sufriendo, además de a los políticos democáquitos (sacrificio digno de canonización multitudinaria), la ola de delincuencia, como jamás la hubo en este país, implora cada día sin que en estos cuarenta y tres años nadie, salvo en las campañas previas a las elecciones, hubiera venido nadie a hacer el menor puñetero caso.

El miedo que da, ahora que parece que va en serio, es si lo que busca este gobierno progresista con la reforma es restaurar la seguridad de todos los habitantes de España o, por el contrario, harán una chapuza para sacar a los delincuentes políticos del proceso separatista, como hicieron con la innecesaria invención discriminatoria en perjuicio del barón, de la Ley de Violencia de Género.

Y es que resulta muy sospechoso ver a las máximas figuras del gobierno lo satisfechos y contentitos que se muestran cuando tratan del futuro que le espera al judicial tema.

A mí, como a cualquier persona de bien que se precie, se nos ve, quienes quieran mirarnos, profesionalmente contentos, felices y satisfechos cuando vemos acabada la labor que durante horas o días hemos estado realizando ha salido bien, como corresponde a una capacidad profesional alcanzada a través de muchos años de esforzado aprendizaje. 

Lo que a las personas de bien nos descoloca, como si a alguien se le hubiera ocurrido llevarse el suelo de debajo de nuestros pies, es haber descubierto (aunque tratan de maquillarlo lo vemos por la tele), que una secta de babeantes gilipollas; las dañinas hordas rojas; el auténtico autoritarismo que sorpresivamente ha pillado las riendas del país, sin tener puñetera idea de la materia jurídica, solo para salvaguardar su tambaleante circunstancial posición; en su personal beneficio, se ponga a manipular, con la ayuda de menguados leguleyos, en las vitales vísceras de la Justicia, tratando de transformarla a su "cuasimódica" imagen.

Temer que eso sea muy posible que llegue a ocurrir, nos produce mal oliente retortijoso temblor  equivalente a si, en el quirófano, aún sin anestesia sobre la cama, con la tripita al aire a punto de ser operado de apendicitis, el cirujano en un campechano arranque entre colegas ("Eh, toma el relevo") le pasara el bisturí a la señora de la limpieza que con toda dignidad y ejemplar profesionalidad en esos momentos estuviera afanosamente recogiendo las sobras de la anterior intervención.

La reforma del Código Penal. Y ¿que hay de lo nuestro? Deberíamos los españoles tener los arrestos para exigir. De lo que nos afecta a las personas honradas, que somos las víctimas propicias puestas por este sistema a la intemperie, a la caprichosa disposición de criminales de toda especie. 

Que... ¿Qué no era para eso?. ¡Que nadie me apunte!... ya caigo yo solito: los Presupuestos Generales del Estado. Excarcelaciones como moneda de cambio, sin necesidad de amnistías e indultos. Apoyos indignos de los recogedores de las nueces y separatistas para asegurarse el benigno porvenir durante los próximos cuatro años y así, poder acabar la legislatura y... ¿Quién sabe de lo que será capaz de traer el futuro? 

El que quiera seguridad que se compre una caja de caudales y que se encierre en ella con la llave. ¡Nos ha jodido mayo con sus flores y sus moscas!.

Yo sigo pensando que la cosa no es para tanta celebración.

Eloy R. Mirayo.


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