miércoles, 10 de julio de 2019

VIVIMOS EL CAOS POLÍTICO CON LA MISMA NORMALIDAD QUE EL ORDEN.

... Y los españoles, las españolas, los bebespañoles, bebespañolas y hasta los abuespañoles y abuespañolas

-la oficialidad gilipollense que nos achucha exige la "necesaria" distinción; es cuestión de falta de inteligencia para entender la suficiente generalización: el perro y el osito, al no votar, no cuentan-, con excesiva tranquilidad, como si la cosa no fuera contra nosotros -todos los anteriormente señalados- estamos ante la pantalla del infinito horizonte, 

como si estuviéramos sentados ante la de un cinematógrafo, pero sin palomitas; patatas fritas a la inglesa; ni bombones helados, soportando que unos malos productores; unos peores directores; y unos horrorosos actores, que por no saber ni siquiera son capaces de aprenderse el funesto guión que, con innumerables asesinatos gramaticales los iletrados e iletradas guionistas se han sacado del esfínter anal, 

logren llegar a poner frente a nuestros sufridores ojos, tan sufridores como el resto de nuestra anatomía, el pernicioso "mojón" que entre todos ellos, con la incapacidad que con tanta generosidad demuestran a diario, están tratando -dándose con insistencia, digna de mejor empleo, "puñalás traperas con el mango de un soplillo"- 

montar en maleficio (me gusta más que perjuicio) de España y los españoles. Pero, como el uso de la palabra "matrimonio", para denominar la unión de dos personas del mismo sexo, ejemplo para el amplio tragadero del resto del Mundo.

Los pueblos son pacientes y acomodaticios a las circunstancias que se les va presentando por negativas que sean. 

Viven el caos político con la misma normalidad que viven el orden. Se adaptan sin la mínima protesta a las vacas flacas de las crisis económicas, como lo hacen sin mostrar un mínimo agradecimiento cuando a las vacas se las ve gorditas y con buenas ubres.

Siglos de Monarquías empobrecedoras aguantaron los españoles, con humillación y sin derechos, con una normalidad asombrosa, sin más posibilidad de desarrollarse como persona que la que buenamente le permitiese el señor para quien trabajaba.

Entonces no le importaba a ninguno lo más mínimo su humillante condición impuesta de súbditos sin horizontes propios abiertos; ni había a quien se le ocurriera la iniciativa de luchar por ser ciudadanos libres, sin obligación de doblar la cerviz ante nadie que se considerase amo de su voluntad, y hasta de su vida, si viniese a mano.

Vamos a sentarnos, coged uno de esos cajones y, con la tranquilidad necesaria, hagamos un rápido estudio de la actualidad española.

La aristocracia beneficiaria de la Monarquía que durante siglos se fue repartiendo las tierras y toda clase de riquezas existentes en la Península Ibérica y en las tierras conquistadas, es el espejo en el que hoy podemos ver a la aristocracia, con el inestimable apoyo de la política. 

Grandes empresas industriales y comerciales que se han repartido a lo largo de las ultimas cuatro décadas, aplastando a la competencia instalada desde hace centurias, los canales por donde fluye la riqueza, ya transformada en títulos de propiedad y en papel moneda; 

dejando a los ex ciudadanos con futuro de súbditos las monedas, sin papel.

Eloy R. Mirayo.



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