lunes, 10 de junio de 2019

QUITARSE EL CHUPETE.

Lo están consiguiendo y cuando saltan al conocimiento popular a través de los medios de comunicación, se rasgan las vestiduras como los falsos santones.

Lo están consiguiendo; o quizás apoyados en este sistema político ya lo han conseguido. 
La noticia surgió hace unos días: una joven se quitó la vida porque junto a su pareja se hicieron un vídeo erótico, que fue expuesto en los modernos ingenios de comunicación; y hoy, por la radio, he escuchado a otra joven, que no se ha quitado la vida, que un vídeo erótico con su pareja, ha terminado por hacerse público.

Yo -como suele decir mi camarada Rafael Estremera-, como no soy nada afín con esta clase de Democaca, soy respetuoso, hasta donde debo serlo, con lo que hacen los demás. Pero estos dos casos, que me figuro que no son únicos, de las parejas que tratan de inmortalizar sus

folleteos (en estos casos no vamos a hablar de amor), uno al ciento por ciento trágico, ella no fue capaz de soportar la presión infame de personas próximas; 

y el otro, dentro de la "normalidad", denuncia ante la justicia del cabrón hijoputeño que lanzó "su obra" al populacho, y de la lógica establecida por el dichoso sistema, en beneficio de la mujer, con la consecuencia de dos años de cárcel -pocos me parecen-, y dos mil euros (¡casi una fortuna!), como pago por daños morales para la co-protagonista del vídeo.

Lo que sí es cierto es que a donde se nos va empujando, es al comportamiento animal de no tener más futuro que comer, cagar y follar; lo que es un caminar sin vuelta atrás, de una real pérdida del autorespeto en su humana universalidad.

Y, dentro de esa democrática dinámica, me encantaría que alguien; una pareja amateur  de "los/as niños/as actores/as follantes/as" que se haya grabado en "plena función", me dijera, si es que aún continúan juntos, de quién ha partido la idea de inmortalizarse fornicando como cualquier pareja de las infinitas especies animales.

A la que he escuchado esta mañana, su participación excusaba diciendo que cuando se hizo la grabación "era una niña de solo 18 años" y el actor replicante tenía cinco años más que ella. Apuntaba el presentador radiofónico. 

En principio eso de ser niña a los 18 años, cuando en las farmacias se puede comprar la pastilla del "día siguiente" desde los dieciséis años pueden decidir sobre si abortar o no, 

estén o no de acuerdo sus padres, me parece una excusa que intenta esconder la absoluta falta de respeto hacia los demás, y lo que es peor: la ausencia de autorespeto. No es "el qué dirán" de la gente, sino la sensación de zozobra que deberían tener ante la propuesta de ser grabadas; de que se está en algo que se está haciendo mal porque, sin esa sensación en el momento preciso en el que se enciende el piloto rojo de la cámara, no cuela la posterior desazón que han levantado estos casos en las participantes en los vídeos a los que hago alusión.

Es penoso que por la deshumanización generalizada que el sistema irrespetuoso ha establecido en esta sub sociedad que a su sombra ha crecido, que parece como que una parte muy amplia de ella, como a los cerdos, les gusta revolcarse en la suciedad, con su proceder grosero, 

ha conseguido que un cerebro de alguna manera débil, no encontrando solución, haya arrastrado a una mujer joven hasta la última consecuencia de una historia que nunca se debería haber escrito.

La media de inicio en las relaciones sexuales plenas de la niñas es 13 añitos. Según para que prácticas han de quitarse el chupete.

Eloy R. Mirayo.




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