martes, 11 de junio de 2019

EL ÚNICO ARGUMENTO.

Es posible que la violencia sea el único argumento y el doloroso recurso que nos pudiera quedar al pueblo llano, para al menos intentar, a pesar de la desventaja en la que nos tienen, encontrar remedio a la angustiosa situación en la que estamos. Y solo Dios sabe cómo de peor puede ser lo que  nos tenga reservado el futuro, 

si seguimos en manos de esta clase de gente despótica e insaciable de poder y sus posibilidades "económicas" que ni siquiera siguen el consejo de "dejar una ventana cuando se tabica puerta y balcones por donde se pueda salir, si es que alguien se ha quedado dentro". 

En  estos momentos que ya van siendo dramáticos para millones de españoles sería: respetar alguna posibilidad de subsistencia, física, laboral y económica, aunque solo fuera un ventanuco por el que se pueda respirar libremente, sin tener que pagar por ello a políticos, o a amigos "colocados" por políticos.

El putiferio 

formado presuntamente por políticos, banqueros, presidentes de grandes corporaciones, empresarios de los distintos medios de información, gente de la jurisprudencia, eclesiásticos y un larguísimo, casi infinito, etcétera de sinvergüenzas, parece ser que según David Jiménez, ex director de El Mundo, son los que han tomado a España por el cogote y la están estrujando y zarandeando; sacándole el jugo hasta dejarla totalmente seca, cuál ciruela pasa; con todos nosotros -la buena gente- dentro.

El revuelo no se hecho esperar y gente como José María García, aquel periodista radiofónico que acusaba de cuánto apetecía, a todo ser humano que algo tuviera que ver en el extenso mundo del deporte nacional, no sé por qué motivo (no creo que porque él se vea retratado en las páginas del libro de don David Jiménez) salta a la lona del ring dialéctico 

con su currículum en ristre y su ancianidad a cuestas, no a limpiar las desvergüenzas desveladas, sino a sacarles brillo, usando como producto pulidor que el ex director de El Mundo haya recibido la indemnización que se le ofrecería pactada, para cuando fuera cesado del alto cargo asumido, al tiempo que se le entregaba la importantísima llave del Sancta Sanctorum despacho del director de El Mundo.

José María García: "Oiga, si usted ha tragado eso, que le han dado una indemnización jugosa, ¿por qué cuenta ahora todo eso? ¿Por qué humilla a sus compañeros? ¡Cuando a usted le había tocado la lotería! ¡Si usted mismo lo cuenta! Y estoy hablando de un tipo que me caía muy bien (eso suena a falso; se me ocurre). ¡Si usted mismo lo cuenta! ¡Si el portero no le dejaba entrar porque no sabía quién era usted! (Ahora le ningunea ¡qué jodio!) ¿Pero dónde vive usted? Claro, el error es de quien le nombra director" (sabia reflexión. ¡Lo que me ha enseñado hoy el señor García). 

Cualquier persona normal, leyendo lo que aquel reportero tan "justiciero" le ha dicho al señor Jiménez,  podría pensar -yo no ¡por supuesto!- que el señor García es un cínico de tomo y lomo porque, en su escandalizada disertación no dice que el libro "El Director", es un cúmulo de mentiras fácilmente desmontables. No; simplemente muestra su sorpresa... "O sea, yo sé que no es tonto. Pero pensaba: esto solo le puede ocurrir a un tonto".

Insisto; no dice que todo eso que está escrito en "El Director" es una mentira gorda, sino que su extrañeza es que se encienda un foco sobre unas "prácticas periodísticas" (las comillas las ponen mi sorpresa por tanto descaro) que eran "vox populi".

Decía mi abuela Leonor: "Eloisito; nieto de mis amores, te aseguro que en los medios de información de este país, hay vidas de alguno de sus profesionales, que dejaría en pañales al mismísimo pirata "Barba Roja". 

Yo ni sé que exista suciedad, ni acuso a nadie, pero mi difunto tío Jaime me aseguraba que el no había visto nunca meigas pero "haberlas haylas". 

P.D. La violencia se justifica cuando la bota que nos pisa es tan grande y pesada que no hay otro remedio para conseguir librarse de ella.

Eloy R. Mirayo.




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