martes, 2 de abril de 2019

COMO EL DÍA DE LA MARMOTA.

La Democracia en España es como el día de la marmota; la fecha siguiente a la publicación de los resultados de una cualquiera de las muchas elecciones que se celebran, empiezan los partidos políticos sus pre campañas para la siguiente. Lo que no deja de ser extraño es que teniendo tanto entrenamiento, no sean capaces de hacer algo que nos merezca la pena a nosotros, que somos quienes ¿no tenemos? más remedio que aguantarles y, obligatoriamente, seguirles el juego. 

Aunque a personas como Rafael Estremera, yo 

y unos pocos más no nos llama la atención las urnas, lo cierto es que de alguna manera, aunque nada más sea en sentido crítico, también llegamos a sentirnos involucrados en el juego.

Yo tenía un amigo que el hombre, desde que me lo presentaron, posiblemente desde antes, lo pasaba fatal, porque sufría trastornos de todo tipo, y múltiples dolores por todo el cuerpo, incluida la cabeza -como todos sabemos no es del cuerpo- que apenas se calmaban con la constante ingesta de analgésicos prescritos por los médicos. 

Era su diaria obligación ir a consulta y siempre, aunque cambiaban el facultativo, el diagnóstico era: Hipocondría y, como hipocondríaco le trataron hasta su muerte, que fue, hay que joderse, a consecuencia de una congénita malformación en las mandíbulas, que no permitían a la dentadura masticar convenientemente los alimentos, y estos alimentos

en tan malas condiciones, forzaban en exceso al estómago, cuyo mal funcionamiento afectó a todos los órganos vitales, lo que se convertía en el muestrario interminable de dolores y trastornos.

Murió joven; 50 doloridos años que si en vez de haberle atendido un sin fin de médicos en rápidas consultas, le hubieran ingresado en un buen hospital, con magníficos profesionales, como podría haber sido el Hospital de la Princesa, en la calle Conde de Peñalver, le habrían hecho un buen chequeo, encontrándole el "foco" de sus dolores y en un plis plas, más contento que unas pascuas, se habría ido a su casa, a vivir como Dios manda.

Con esta gilipollez que se me ha ocurrido contar (es un hecho real), lo que intento decir es que la gobernación de un país, el buen movimiento necesario para conseguir los necesarios resultados, no puede establecerse en la pírrica duración de cuatro años, y no siempre es así. Cuatro años pasan en un chasquear de dedos y, los planes comenzados aunque pudieran dar buenos resultados a largo plazo, el equipo que al comienzo de los siguientes cuatro años se disponga a decidir, no siempre, o mejor dicho, nunca, aún siendo del mismo partido que el anterior, seguirá el camino emprendido, sino que buscará otra nueva senda, para dejar impronta de su personalidad. 

Eso es lo que como el paciente de la malformación de sus mandíbulas,  España y los españoles, desde hace cuarenta y tres años estamos padeciendo, sin que nadie nos mande al Hospital de la Princesa.

El asunto es tan claro como el permitir que para restaurar el cuadro de las Meninas, se buscara a unos estudiantes de primer curso de la Escuela de las Bellas Artes, esperando que, brochazo a brochazo terminaran aprendiendo el milagroso oficio de restaurador, dejando la maravillosa obra de arte de Diego Velázquez tan hermosa como quedo con la última pincelada del grandísimo maestro sevillano. 

Y no como el eccehomo.

En tan corto espacio de tiempo a lo único que les da es, a pillar y salir corriendo. Otra cosa sería si a la gobernación de los paises se llegara después de haber alcanzado los niveles de conocimientos necesarios, sin tener que hacerse apoyar por asesores que sepan más, o sanguijuelas por amistad o familiaridad que tan carísimos nos están costando.  

Eloy R. Mirayo.




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