El ser humano es ciego y sordo si no tiene acceso a la información. Es un principio de la Democracia y una de sus buenas nuevas que, secuestradas por régimen dictatorial de Franco, que dicen sus palmeros que nos ha traído.
Lo que no es seguro es que por no tener acceso a la información,
ese ser humano no pueda alcanzar una satisfactoria cuota de felicidad, y hay muchas opiniones expresadas por personas competentes que aportan al debate que, tener un exceso de información (mucha de ella, por científica, gremial o de culto, resultan incomprensibles para legos; otras porque, aun afectando sus derechos e intereses, no tenga posibilidad de evitarlas) llega a suponer un muro infranqueable para poder disfrutar, un tantico así:
¡plis plas! de relajante felicidad.
Había en Madrid un individuo al que un avispado agente de ventas de la Telefónica, como los de ahora buscan clientes pa "las hojas amarillas" le vendió una guía telefónica de toda España.
Este buen hombre estaba contento porque tenía al alcance de sus manos, por si acaso, los teléfonos de todos los españoles y extranjeros, por aquel entonces ya los había, conectados
telefónicamente del país, incluyendo los dos archipiélagos, Ceuta, Melilla, y los por entonces protectorados africanos, cuando para sus necesidades profesionales y personales le hubiera bastado con un pequeño listín con las hojas alfabetizadas.
Al principio contento con su compra, dividida en varios volúmenes, cogía uno de ellos -el de Fernando Po, por un ejemplo- y minuciosamente lo leía, uno por uno, por ver si conocía a alguien, lo que no dejaría de ser milagroso. El caso es que como se debe pensar, pues el hombre era una persona normal, comprobando la inutilidad de la información que le daba su compra, terminó por almacenarla en el lugar más alejado de su almacén.
Algo semejante es lo que nos está ocurriendo a los españoles con la llegada de la Democracia. Sus servidores nos llenan el petate de informaciones que lo único que nos provoca, a la mayoría de los que más o menos alto es el % de nuestra inteligencia, es aburrimiento, hartazgo, repugnancia y desilusión. A los otros; los borbotones de información que les llega lo que hace es tenerles en una especie de somnolencia de parecidos efectos que la hipnosis.
En aquella época, la de la terrible dictadura, que la información lucia por su escasez, en la prensa y en la radio, después también la televisión, se decía "Franco ha puesto la primera piedra de...; el gobierno de Franco ha iniciado la mejora del Puerto de Barcelona; Franco pone la primera piedra de lo que será El Hospital de La Paz...
Lo cierto es que las cosas se iban haciendo y a los españoles se les tenía sin noticias, hasta que las obras se habían terminado felizmente. Y entre tanto... Se seguían poniendo primeras piedras, y celebrando inauguraciones.
Ahora la cosa, ciertamente es más divertida: nos pasan los juicios por la tele (el de los hijos de puta de la generalidad) como si fuera Perry Mason;
se empiezan una pequeñas obras; se las da generosa propaganda durante meses o años y, aún sin terminar, meten en el "talego" al presidente de la autonomía tal, al alcalde cual y se para la obra, porque los fondos han desaparecido. Nos resulta caro pero... También es caro el fútbol y se llenan los estadios.
Eloy R. Mirayo.
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