jueves, 28 de marzo de 2019

¿NO HAY SOLUCIÓN?

Esta mañana por la radio se decía que estamos en la era de los derechos individuales. 

No cabe duda sobre la realidad de la tópica especie de que, una mentira mil veces repetida acaba por parecer, y hasta aceptarse, como una verdad indiscutible.

No se puede decir, sin que se le dé respuesta, que estamos en la era del más alto nivel de respeto a los derechos personales, cuando a todas luces podemos diariamente comprobar, sin necesidad de hacer grandes estudios y profundas indagaciones, cómo estamos asistiendo a la negación de derechos y al encorsetamiento en obligaciones y prohibiciones como jamás ha sufrido el humano en todos los continentes de la Tierra. Empezando por el primigenio de los derechos, que es el derecho a nacer, una vez concebido.

Esta "sociedad moderna", que en el pecho se ha colocado la Medalla al Mérito, ha sido capaz de igualar un delito de Lesa Humanidad, con el primero y más importante derecho: nacer y desarrollarse como ser humano.

Pero no se ha de quedar uno en el comienzo de la carrera, habiendo tantos kilómetros por recorrer.
Las nuevas generaciones, como todas las anteriores, vienen al Mundo desnudos, lo que enseguida se arregla vistiéndoles, pero lo que de una simple "mirá" se ve, con toda claridad, es que no existe en la clase político-gobernante el más mínimo interés en vestirles como miembros de la sociedad y, desnudos con una mano delante y otra detrás -si no les toca el euromillón-, han de encarar su incierto futuro, ayunos de derechos fundamentales como el de pagarse sus gastos con el producto de su trabajo, y el acceso a la propiedad (una de las aberraciones del Franquismo), o alquiler de su vivienda; cada día es más problemático emprender un negocio comercial o industrial, teniendo que luchar con la voracidad de las tres administraciones, y  contra los "derechos graciosamente concedidos por esas mismas administraciones" a las grandes empresas.

Hay una infinidad de profesiones a las que los estudios llevados a cabo por los Acojonadores sin Fronteras -esperemos que otra vez estén equivocados- les quedan, como mucho, una decena de años para su desaparición. Y no hay solución.

¿No hay solución? No será pacífica, pero solución sí que hay. ¿Cuándo fue la última revolución popular? La Historia está llena de revoluciones cruentas porque, para conseguir que quienes lo tiene todo, hasta el derecho de abusar a su antojo sobre vidas y haciendas, cedan de lo suyo, ha de serles arrebatado por la fuerza. Aunque para ello haya que exponer la propia vida. 

Hay quienes piensan que es imposible ya el brote revolucionario porque, según su opinión, el sistema actual, neoliberalismo -está estructurado totalmente de forma distinta a otros sistemas que fueros represivos- ya no se muestra represor sino "seductor"; según esos opinadores, cautivador.

Y hablan en pasado, que no deja de ser sangrante con los sueldos que hoy se pagan, de la explotación empresarial, lo que no deja de ser la utilización del cinismo como herramienta oral en el debate. Esas personas son incapaces de ver la férrea disciplina impuesta a la sociedad por la clase político-empresarial, en lo meramente personal y en lo laboral, creando entre ambas fuerzas, la obligación, casi general, de que el trabajador, sin dejar de trabajar en empresa ajena, tenga que convertirse en su propio patrón. Liberando a las empresas, sin que sufra la Hacienda Pública, de parte de lo fueron sus obligaciones impositivas.

Y sin el menos atisbo de pudor dicen: "Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se convierte en una lucha interna consigo mismo: el que fracasa se culpa a sí mismo y se avergüenza. Uno se cuestiona a sí mismo, no a la sociedad".

El hijoputismo no reconoce más verdad que las hijoputadas que se les ocurren a ellos: los hijos de puta.

Grandes empresas cierran sus factorías en el país, dejando centenas de personas en paro, para abrir esas mismas factorías en países que les ofrecen mejores condiciones (mano de obra más barata y exenciones fiscales). Un buen negocio, aunque hayan tenido que entregar una pequeña "mordida".

Y el trabajador que se explota a sí mismo, en su "misma empresa"; que es al tiempo amo y esclavo; que la lucha de clases tiene convertida en su lucha consigo mismo ¿se ha de avergonzar de su fracaso? Y ¿debe cuestionarse a sí mismo, no a la sociedad?

La imposibilidad de revoluciones no es porque el sistema sea "cautivador", sino porque los gobiernos, protectores de los abusadores, tienen la exclusividad de las armas 

y ¡qué armas!.

Eloy R. Mirayo.



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