martes, 12 de marzo de 2019

ECONOMÍA POLÍTICA.

Es posible que sea la Ciencia Social más necesaria en estos momentos, pero no en la versión que se nos está pasando ante los ojos, como simple limosnera dándoles para que coman (poco) 

a los menesterosos que el actual sistema político, la Democracia, permite que se vayan creando constantemente en Europa. Y fuera de nuestro continente; allá donde esté instalada, y donde se vaya a instalar.

La Economía Política, la entienden los políticos desde hace varias décadas, solamente como herramienta recaudadora, a su favor y contra sus gobernados, lejos del más mínimo roce con la Economía Política, capaz de crear suficientes perspectivas de producción de empleo para elevar el nivel de vida de la sociedad que se gobierna que al final, es la fuente de la que brota el caudal económico necesario para cubrir sus necesidades básicas: educación, sanidad, pensiones, asistencia a mayores e incapacitados, etc,.

Los gobiernos poco a poco se fueron relajando en sus inherentes obligaciones; 

de las que se han ido liberando olímpicamente de su peso, cediendo esas funciones tan propias, pagando a empresas privadas (nutriendo al capitalismo puro y duro), no porque desde la empresa privada por si, sea más barato y eficiente el resultado, sino porque de esa manera el político se descargaba del engorro (a nadie se le obliga a coger) de su trabajo para tener más tiempo para tocarse a dos manos 

los güevos o el chichi, según el sexo, y de paso, abrir de piernas sus bolsos ellas y sus bolsillos ellos, a la muy segura posibilidad de ser "penetrados", además de por el sueldo, que no es flojo, por algunos que otros miles de euros, como beneficios (no siempre lícitos) de las empresas contratadas, de las que algunos tienen participación directa (a nombre de otros), vía acciones o, simplemente "mordidas" del famosísimo 3%.

A la pregunta de un periodista al entonces alcalde de Madrid, el señor Manzano, de que si tenía una empresa de construcción, la contestación fue negarlo rotundamente aclarando: "¡yo lo que tengo son acciones de una constructora!".

Hoy todos los intereses de la sociedad de cualquier país "democrático", están en las manos del pétreo núcleo 

de las grandes empresas privadas (capitalismo puro y duro), convertidas en un formidable punto de Poder absoluto. Suben y bajan a su conveniencia, porque son suyas, las energías; distribuyen armas, porque ellos las fabrican, e incentivando los enfrentamientos bélicos internos o externos, de los que solamente se benefician ellas (el capitalismo puro y duro). Barajan y dan cartas en la mesa en que solamente ellas (el capitalismo puro y duro) juegan. A su antojo dominan absolutamente todo, incluyendo los gobiernos (casi siempre aprobados por ellas) y sus altas y bajas instituciones. Sin que queden al margen de su dominio ninguno de los colores del arco iris políticos, del azul al rojo, pasando por el naranja y el morado. 

No existe nada ni nadie, por alto que esté su palacio en el que se encuentre, que esté libre de la influencia del monstruo en el que por desidia e ignorancia de los miembros de los que se suelen nutrir los distintos gobiernos, han dejado convertirse al capitalismo que, de todo y de todos, extraen beneficio sin el menor interés por las consecuencias que puedan acarrearle a los seres humanos que forman la sociedad.

Eh; tu, levanta el pie que estás pisando una propiedad del capitalismo puro y duro.

Pero si estoy pisando la vía pública. 

Por eso; criatura, por eso.

Eloy R. Mirayo.


No hay comentarios: