lunes, 18 de febrero de 2019

NO HAY QUE ESPERAR MILAGROS.


Hoy tengo ante mis ojos a un nutrido grupo de aguerridos viajeros del trencillo tan despejados, que a velocidades de vértigo y después de impresionantes giros y bajadas, llegaran a tierra firme, más contentos que unas pascuas.

No tenemos la misma suerte los españoles que, sufriendo mucho más que ellos, la tierra que pisamos no es tan firme.

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Cuesta trabajo creer que así, como lo que está ocurriendo en España, tres llamadas a las urnas, por incapacidad personal de los políticos en cuatro años, ocurre en todo el mundo civilizado que, más o menos viene siendo todo territorio donde vivan seres humanos en este Mundo.

Deberá parecer raro por el extranjero adelante, incluso el extranjero de allende los mares, 

que hasta personas como yo, sin estudios superiores -ni medios y casi ni primarios- sin mérito propio, simplemente por su obviedad, seamos capaces de entender y notar por (ahí va la cursilada) "su discurso corporal", además del farfullado discurso oral que son capaces de usar, la poca preparación de la gran mayoría de las personas que se introducen en la política, como único, o mejor medio de vivir de los demás, a  través de los partidos (por lo que suenan en los juzgados más bien deberían llamarse "partidas"); su precaria condición intelectual, a pesar de que algunos luzcan licenciaturas, alguno que otro muestre sacado de la "manga ancha" un Master (algunos, muy pocos, se lo han estudiado de verdad) y, a pesar de eso, son quienes en masa llegan, como las langostas en un plantío, a manejar las más altas riendas de la gobernación. 

Desgraciadamente cuando son sustituidos por otros -no hay que esperar milagros; no nos los merecemos- del, más o menos, mismo nivel, el deterioro que haya provocado en el desarrollo de sus estancia en el cargo -bajo, medio o alto- que al final debería tratarse como una agresión al Estado, le ponen la etiqueta de "mala gestión" y ¡pelillos a la mar!. Al poco aparecerán en otros cargos similares al malamente gestionado con anterioridad.

Siempre ha sido necesario para trabajar en una ciencia, tener amplio conocimiento de ella; nunca se vio al personal de la limpieza de la universidad, dando las clases en sus aulas; ni al personal de oficina de los hospitales, manejando el bisturí en los quirófanos. 

Es posible que peque de exageración en mis pretensiones, pero no puedo por menos que hacer la pregunta, sin esperanza de contestación, que desde hace muchos años me hago a mí mismo y claro, no me sé contestar: ¿Por qué se admite la entrada en ciencia tan importante como es la Política, a personas tan descualificadas para hacer un uso adecuado a su trascendencia, como han resultado ser, por no rebuscar más, los tres últimos presidentes de este gobierno?. Reconozco que la pregunta es larga, a pesar de que me dejo, de momento, algunas cosas en el tintero.

La Política, en un país es imprescindible pues, como "ciencia en lo universal en todo su movimiento", todo está en sujeto al buen uso de su determinación. 

Cuando personas normales llegamos a creer que las cosas deberían ser así; vemos con cierto asombro (coño; decir que uno se asombra desmesuradamente ahora, después de lo que hemos ido viendo durante las pasadas cuatro décadas, no diría nada bueno de mi) qué personas aparecen como los distintos líderes y lideresas (¡Dios mío de mi alma!) de los distintos partidos políticos, con pretensión ilusoria de, por encima de su gilipollez mental, que no les impide, en algunos casos "meter la mano hasta el codo", van a ser quienes den clase en la universidad y a operar a corazón abierto en los quirófanos. ¡Y un pijo! 

Eloy R. Mirayo.


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