Que nadie me hable del gobierno, del Estado, del caminar de la economía nacional, ni de las cifras del paro, ni de las cifras de la violencia machista, ni del problema de las pensiones, ni del narcotráfico y sus consecuencias, ni de refugiados políticos, ni de pateras, ni de asaltos a la verja por los subsaharianos.
Que nadie me venga con la preocupación por la exhumación del Caudillo, ni del desmembramiento de España, de si hay países gobernados dictatorialmente, que nadie venga a decirme que el Mediterráneo se ha convertido en un gran cementerio acuático, que nadie me ilustre, enumerando la cantidad de hijos de puta que normalmente conviven entre nosotros...
Que no venga nadie con las desgracias que se me haya olvidado reseñar porque quiero seguir comportándome con respeto, quiero mantener el buen tono: No quiero gritar con todas las fuerzas de mis pulmones que todo eso, hoy, me importa un carajo. Lo que públicamente pido a Dios, es que mi hijo Jaime se restablezca del infarto de corazón que ha sufrido esta tarde.
No sé cuando, ni si alguna vez volveré a este blog.
¡Adiós!
Eloy R. Mirayo.
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