miércoles, 31 de octubre de 2018

Y YO, SIN ENTERARME.

Cada día que pasamos cercados por la Democracia Liberal, nos enteramos -con sus constantes subidas- de lo que "vale un peine"; al tiempo que nos vamos dando cuenta de la escuálida cantidad de libertad a la que tenemos -cada día menos, si es que aún nos queda algún resto- permiso institucional para disfrutar. 

Y es que la libertad; la simple y llana libertad -a la que le quito a propósito de mi cabreo la mayúscula- para las personas corrientes, solamente ha quedando como un nostálgico recuerdo.

La Libertad -esta con mayúscula- plena ha quedado como otro objeto más de lujo, solo al alcance de las élites, como el yate en Puerto Banus; el avión personal, con piloto y azafata siempre a disposición; los grandes pisos de varios cientos de metros cuadrados en céntricas calles de ciudades por todo el Mundo; las "selváticas" mansiones en la Sierra, o a la vera del mar; los coches de altísima gama; o las más bellas de las putas.

Si, claro está; las élites son un solo cuerpo conformado, como el monstruo del doctor Frankenstein, de varios retales: renombrados constructores; afamados abogados; asquerosos políticos venidos a más; banqueros significados; reconocidos industriales; comerciantes prestigiosos; ilustres miembros de la judicatura...

Yo no estoy señalando especialmente a nadie que él, ante sí mismo, no se sienta uno de los retales con el que está confeccionado el poderoso e influyente monstruo.

Todos conocemos algunas caras de personas acaudaladas, pero muy difícil resultaría llegar a conocer a los verdaderos propietarios de los caudales; los propietarios de todo lo visible e invisible; de las manijas que mueven verdaderamente al Poder. Los que tras las bambalinas del escenario, en la más absoluta oscuridad, mueven los hilos del guiñol, poniendo y quitando a quienes les sirven bien o mal; a los que en el "frente", como generales de opereta, persiguen con denuedo cada euro, engordándoles el bolsillo o quienes se atreven a sustraerle un solo "penike". 

La grave equivocación es creer que las ruedas son las que mueven el coche, cuando quien en verdad lo mueve es el motor. Ellos, esas gentes sin rostro son el "motor" de la Democracia Liberal; 

sistema político genocida de la Libertad, utilizando contra ella la permisividad del libertinaje indiscriminado a toda pastilla y a quemarropa, por pandilleros de toda grey, creada, pastoreada, tutelada, ensalzada y hasta premiada, por las instituciones gubernamentales. 

Es el modelo de la sufrida libertad que, según nos dicen los demócratas, hemos alcanzado -a nivel mundial- gracias a ellos. 

Y yo 

sin enterarme.


Eloy R. Mirayo.



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