lunes, 2 de julio de 2018

RÉQUIEM.

Réquiem por esos dos millones de españoles que ganarán menos si se elimina el tope de las cotizaciones.

Por ellos, como haría Nerón, abro mi frasco lacrimatorio de finísimo tallado en cristal de bohemia, 

y deposito dos sentidas lágrimas, brotadas de mis propios ojos. Por esos dos millones de pobrecitos españoles que, cobrando desde solamente 45.000 euros al año, hasta el infinito, menos finito, se verán perjudicados por el regalo con el que presuntamente les va a "premiar" la hacendada dama socialista que así quiere dejar perfectamente claro quién manda en el ministerio de Hacienda.

El señorito "Pepis", a pesar de sus gafas de vendedor de la ONCE, 

va encontrando las vacas de ordeño, de donde piensa sacar "las leches" que le vayan sirviendo para "comprar" su (espero improbable) reelección.

Pues, mire usted por donde, existe la creencia de que las empresas de este país, al parecer, no caminan precisamente por un pavimento mullido, alfombrado por una infinidad policromada de pétalos de olorosas rosas y claveles reventones, si se hace excepción de las distintas empresas de loterías y apuestas, estatales y privadas; las que pertenecen a la  floreciente e interracial "industria" de la Prostitución; 

las del narcotráfico autóctono y foráneo; y las mil y una Mafias de distintas nacionalidades que aquí, a pesar del buen trabajo de nuestra Policía y Guardia Civil, laboran cómodamente afincadas. Esas empresas serias que quedan (menos de la mitad de media docena), que milagrosamente funcionan (exagerando por lo que merma), son las que este gobierno espera que aporten más de siete mil millones y medio de euros, junto a los setecientos millones, de esos dos millones de empleados que apuntaba hace unos días El Mundo (diario de tirada nacional). Si; esos serán los toros a los que reagrupados, van a ser rápidamente ordeñados por el progresista gobierno "frankesteiniano", de reciente acomodo.

Ni ataco, ni defiendo (pero envidio) los intereses y derechos de quienes disfrutan sueldos desde 3.700, hasta la  infinita aglomeración de dígitos transformables en euros de curso legal al mes; pero creo que esos dos millones de españoles -a pesar de que vivirán como los mismísimos arcángeles- deben quejarse y exigir, porque nadie está ungido por el derecho de cobrar sin corresponder consecuentemente pues, obligados ellos por el gobierno a mayor desembolso impositivo, al llegar su jubilación, ya está dicho que no se verá tratado con la justicia que su desembolso anterior merece. (¿Que se puede esperar de la izquierda?).

Claro que no es justo, porcentualmente hablando, que un trabajador que en estado de semiesclavitud viene cobrando poco más de mil euros al mes (12.000 y unos poquitos euros sueltos al año; algunos solo cobran doce pagas) aportan a Hacienda más que los que cobran esos 45.000 euracos al año, y no digamos nada de los que infinitamente los superan.

No es una enfermedad recién estrenada, ni que se de como la Paella (me refiero a la buena), de manera exclusiva en España; el mal reparto impositivo que funciona de la misma, o parecida manera por todo el mundo, parece estar ex profeso pensado, desarrollado y puesto en movimiento por un hijoputeño grupo de ricos sin solidaridad, conciencia y sin el menos atisbo de vergüenza, 

con el propósito de que los pobres empleados, los obreros, los pequeños industriales y comerciantes, con nuestro esfuerzo cada día más exigido, les hagan más ricos y lustrosos mientras ellos, durante las veinticuatro horas del día, se dedican al duro deporte de tocarse a dos manos los cojones porque, para vigilar sus fuentes de ingresos, como los cerdos de "Rebelión en la Granja", 

tienen sus "dóberman" de afilados dientes, especializados en morder las delgaditas yugulares de osados insumisos que a cada momento se nos va viendo más secos y entecos.

Eloy R. Mirayo.


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