lunes, 16 de julio de 2018

«HIJOPUTEZ»

Si hay algo que les caracteriza y sitúa a los rojos de todo tiempo, desde PSOE a Podemos y sus escurriduras, es su falta de vergüenza, su abundancia de desfachatez y su zafio estilo y poco aseo. Muy a menudo casados con la hijoputez más pertinaz. 

Conviene insistir en que no todos los hijos de puta, o quizás ninguno de ellos y ellas, han llegado a este Mundo desde el vientre de una prostituta. Los hay de todas las leches y, por haberlos, también los hay de sangre azul Zafiro Ceilán, como denuncian en estos días algunos medios de información. Algo que nadie ignoraba; toda España estaba "al cabo de la calle", que dicen los castizos.

El fisiólogo celular y molecular argentino, don Marcelino Cerejido, examina la «hijoputez» como «infamia universal». El científico argentino nos dice que los hijos de puta, desde la aparición del hombre sobre la superficie terrestre, ha sido capaz de ocasionar al resto de la humanidad, más daños, desdichas y sufrimientos que las enfermedades más crueles, los terremotos más dañinos, o las guerras más encarnizadas. Es muy reconfortante (coincido con el fisiólogo argentino) que científicos de élite se interesen por esa tan desarrollada peculiaridad que se ve muy extendida en estos tiempos. A tal  punto que si fuera posible unirles a todos y todas, podrían llegar a formar unas legiones más numerosas que las de la Roma Antigua. 

En su reciente libro don Marcelino realiza un análisis a fondo sobre esas gentes (prácticamente todos ellos y ellas especie rojeril) ejecutores y disfrutadores del mal al prójimo. La idea -según el científico- es que lo peor de esas mentes es que no son simples actos puntuales hasta cierto punto comprensibles como cabreo-réplica a algo molesto, sino que es obediente a un comportamiento intrínsecamente maligno en grado infinito, que lleva unido a su biología el hijo de puta de perfecta ejecutoria.

La Historia Mundial está llena de grandísimos hijos de puta que han repartido su hijoputismo y sus hijoputeces de manera generosa allá por donde se movieron. Y se movieron mucho. Ahora mismo; en estos momentos, para no andar rebuscando, Daniel Ortega, está demostrando poseer credenciales más que las necesarias; selladas y rubricadas con la sangre de inocentes

(120 muertes hasta estos momentos sobre su testuz), para entrar al melódico son de la "Batucada más izquierdosa", en tan deleznable club.

¡Pues claro que los hay más modestos! Quizás por qué aún no se dan las condiciones ideales para que sus hijoputeces lleven a ser tintadas con la sangre de algún inocente; pero no por eso han de dejar de ser hijoputadas. 

En España se ha creado una especie de pegajosa y sucia asa 

a la que se agarran los hijos de puta de cualquier ideología, grado y tamaño, con la malsana idea de convertir la palabra "¡Franquista!", 

 (Fotografia de Luis Fernando de Borbón en la Basílica del Valle de los Caídos, comentada de la siguiente manera por esa presentadora Carmen Mendizábal que cuando habla parece querer morder: 

"Un Borbón y muchos fachas". Comentario que retrata) en un desagradable insulto descalificante, lo que es -al nivel que se debe entender serlo-, la muestra  en relucientes letras de neón, de que los señalados, son personas de bien; gente fiel, respetuosa y decente. Vamos a ver si nos entendemos ¡jodidos rojos de mierda!; a quienes intentáis insultar solemos ser portadores de esas virtudes tan necesarias para la buena convivencia; las  que ahora son tan escasas. Es por eso que en el acto, se nos reconoce a los pocos fiables que vamos quedando. Y si, somos Franquistas  porque Dios nos concedió además el Don de saber mostrar nuestro agradecimiento.

En el periódico El Mundo de ayer, domingo, un hij... (Dejémoslo ahí,) acusa: "El PP mantiene lazos con el franquismo que algunos no rompen". Pues si fuera cierto, sería la única brizna de decencia que, por lo que la Justicia nos va mostrando, le debe quedar a la Derecha. Pero si fuera malo conservar lazos con el Franquismo, muchísimo peor es mantenerlos muy floridos, con el "Chequismo" de trágico recuerdo, que no tienen empacho de mostrar en cualquier momento y circunstancia.

Eloy R. Mirayo.




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