martes, 17 de julio de 2018

NO LES QUEDA MÁS QUE ALMACENARLO, COMO EL "TÍO GILITO"

Decía mi abuelo Tomás que el dinero debía durar tanto como los tomates; tengamos en cuenta que en aquellos años los tomates eran un sabroso producto de temporada.

Él lo decía porque, cansado de su diario duro trabajo, los sábados, cuando se miraba los bolsillos después de pagar a sus obreros, se dolía de que lo que le quedaba, era lo "justo para ir andando", mientras otros, sin callos como los suyos en las manos, vivían de las rentas "de cojón de pato" e iban almacenando duros en los bancos. Algo exagerado sí que era mi abuelo, pero muy buena persona. 

Todos los años tener que reponer y repartirse los políticos el dinero; sería algo muy parecido a la labor que hace el burro que gira y gira uncido a la noria. Claro que no sería posible algo así ni siquiera como inicio de un chiste comunista.

Pero sí que de alguna manera han de revisar las sendas protegidas por donde discurren los dineros -como las aguas fluviales van al Mar- camino de los bolsillos de unos pocos (Jeff Bezos: 150 billones de dólares americanos; Bill Gates: 95,3 billones de USD; Warren Buffett: 84 billones de USD y Mukens Ambani ¡el pobre! 52 billones de USD y otros de la misma especie que, el exceso una vez satisfechas sus necesidades a larguísimo plazo y sus vanidades más fantásticas, 

no les queda más que almacenarlo, como el tío "Gilito", mientras que los muchísimos en todo el Mundo pasan hambre y toda clase de  penurias. 

Y no vale el estúpido dicho de "se lo ha sabido ganar", porque hay muchas de esa fortunas cimentadas en las materias primas extraídas de mala manera de países, empobrecidas sus gentes, al bajo coste del kilo (Idi Amin) de sus gobernantes; de la clandestina venta de armas; del narcotráfico; de la trata de blancas y de tantas otras desvergüenzas que se mueven bajo un falso velo de legalidad.

Estoy por apostar que el dinero fue inventado para mejores fines. De vez en cuando tenemos la suerte de comprobarlo de primera mano. Hace unos días me comentaba una señora en el comercio que regentamos mi mujer, mis dos hijo y yo, que se había llevado en esos días una gran alegría porque, a un joven filipino al que le ha cedido gratis una vivienda, ha pagado la carrera de Piano y le ayuda económicamente, le han editado un disco de música clásica interpretada por él.

"Yo no soy millonaria; vivo de mi pensión de funcionaria y de una pequeña renta", me decía doña Enriqueta. Y me contaba lo agradecida que estaba la madre, en Filipinas, por lo que había hecho con sus dos hijos, al hermano le fue pagando las licencias universitarias hasta la terminación de la carrera de Física.

Me lo contaba con total sencillez y con cierto rubor ante mis comentarios. "Eloy; no tengo hijos (es viuda y de edad avanzada) ni sobrinos, mis costumbres son sencillas y reducidos mis gastos personales; ¿para qué y para quién voy a guardar el dinero?. Gastarlo en ayudar a personas para que puedan llegar a tener un futuro, a mí me da muchas satisfacciones".

Cuando en la televisión sacan planos de la hambruna en esos países africanos y se ve a esos seres humanos, sobre todo mujeres y niños tan de depauperados...

Si no se usa para recuperar a las personas necesitadas, ¿para qué coño sirve el dinero?

Eloy R. Mirayo.



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