jueves, 24 de mayo de 2018

LO ILEGAL TRIUNFA A SUS ANCHAS.

La zancada ha sido larga pues como es sabido los límites de Guadalajara no coinciden con los de Logroño, intermediando entre ambas provincias Soria.

Como es conocido, Logroño, según la modernidad democaquita, es la capital de La Rioja. En fin, lo importante es que esta bella ciudad a la que las aguas del Ebro tiene la suerte de saludar a su paso, es un lugar muy singular por su situación en el mapa, colocada entre las provincias de Álava, Navarra, Burgos y Soria que, a pesar de ello, tiene su propia personalidad muy definida. A pesar de estar arrimada al Norte, no es excesivamente fría de temperatura, y si es humanamente cálida en el trato al forastero. 

Ya veis, aquí estoy visitando su Catedral y, después de un Padrenuestro, seguiré por la ruta, como un turista más. 

Siempre que se llega por primera vez, es conveniente hacerse con un plano de las cosas importante que se deben ver. Así es fácil encontrar el Parlamento de La Rioja y disfrutar observando su portada Barroca del siglo XVII, en el que se nota el mal gusto de quién se le haya ocurrido poner el pegote de la puerta que ¡ya le vale!.

La zona verde más visitada de esta ciudad es El Espolón, con su recuerdo al General Esparteros. Os podéis creer que después de tantas visitas nunca me ha dado por comprobar si el caballo logroñés está tan bien "dotado" como el caballo madrileño. 

La cosa no es importante; pero lo que sí lo es, son las muchas cosas que quedan por ver, como la Iglesia de Santiago, que es una maravilla arquitectónica; los dos puentes -el de piedra y el hierro- sobre el Ebro; esta preciosidad de Café 

y ¡cómo no! la calle del Laurel (la ruta de los elefantes) que es como decir, Zona de chateo. Beber, pero sin pasarse un pelo.

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La ilegalidad con que después de la muerte del Caudillo se llegó a esta Democaca, se ha instalado en la masa de esta nueva sociedad creada a su amparo. Lo ilegal triunfa a sus anchas y en todos los niveles posibles ¡hay que seguir el ejemplo de quienes mandan para poder medrar! Es la línea de comportamiento que lleva más de cuarenta años triunfando; con una mínima respuesta punitiva. Y es cierto; es imposible medrar funcionando al ciento por ciento dentro de la legalidad real que, sin necesidad de sacarse un master, mirando por encima de las cosas, nada tiene que ver con la legalidad oficial. Aquella es inflexible, mientras esta otra es dúctil a los intereses personales y políticos de quienes mandan. Y un arma poderosísima, de largo, medio y corto alcance, para "cepillarse" a incómodos ene-amigos, y a las múltiples incomodidades que puedan afectar a sus muchos privilegios.

Las quejas de los políticos y sus palmeros de los medios de información es que el 25% de la economía nacional, se mueva subterránea, como el sumergible de mi paisano Isaac Peral. 

A mí, sinceramente, si es cierta la cifra, bajo estas circunstancias que se están viviendo, lo que debería sacarse en limpio es que los españoles, de fuera de la oficialidad, son -somos- demasiado decentes. No había más que confrontar cifras: 25% las sumergidas  y ¿a cuánto asciende el tanto por ciento lo que  evaporan en las manos pecadoras de los políticos?.

La política sumergida, en un altísimo tanto por ciento, su movimiento es positivo, dinero en continuo movimiento que de ello pueden sobrevivir millones de españoles y un gran número de pequeñas industrias y pequeño comercios a los que con la  "bendición" gubernamental, apechugan las Grandes Superficies. 

Los miles de millones de euros robados, o malversados, evaporados por políticos (aparecidos en paraísos fiscales de medio mundo), si crean riqueza, lo hacen fuera de nuestras fronteras.

La desgracia es que nadando en este magma mierdoso y aprovechándose de la escasa vigilancia, se crean penosos sucesos como la deflagración de un ilegal almacén pirotécnico en la ciudad pontevedresa de Tui, que se ha llevado la vida de una persona, la desaparición de otra y treinta heridos de diversa gravedad. 

Un almacén ilegal pegado a vivienda y sin ningún tipo de seguridad. ¿Para qué están las autoridades?. Para sacarnos hasta la última rupia.

Eloy R. Mirayo.

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