miércoles, 30 de mayo de 2018

EL PALACIO DEL TOCO MOCHO.

Hoy he emprendido un viaje que ha empezado con la tristeza de dejar la querida ciudad de Palma de Mallorca pero que, una vez en vuelo hacia las islas afortunadas, el corazón comienza a golpear alegre pensando que en unas cuantas horas me encontraré muy a gusto en Las Palmas de Gran Canaria, 

visitando el museo que recuerda a mi tenor favorito, don Alfredo Kraus, 

a quien sigo considerando como el mejor tenor lírico del mudo, aún después de haber fallecido en 1999. El se fue, pero nos dejó su delicada voz. Y no intento ser singular diciendo que Plácido Domingo, en otra tesitura, es inigualable.  

Pero está claro que aquí, en Las palmas, una de las ciudades más tranquilas de cuantas conozco; sus habitantes transitan por las calles con caras relajadas y caminar pausado, de lo que enseguida y con facilidad se toma ejemplo.

Además del Museo de Kraus, hay una infinidad de cosas que merecen la atención del visitante, como es el Paseo de la Luz; la antigua Muralla; 

los barrios de Triana y Vegueta; la Casa Museo de don Benito Pérez Galdós; la Catedral que, cuando se sale de ella después del rezo, uno se siente como más ligero, pensando haber dejado allí algún pecadillo. 

Y mucho más -en bañador- acercándose a la playa a darse un buen chapuzón y a la salida, en un chiringuito una cervecita bien fresca con algo -que no sea un pico- para picotear hasta la hora de la comida.

********

No sé si esté escozor que siento en el rostro lo están sintiendo todos los españoles ajenos a la política, que creo que si, porque he comprobado que lo que hace arder mi epidermis facial son las bofetadas que en el Congreso de los Diputados, se están pegando, en nuestra cara, los
presuntamente enzarzados políticos. 

Es, como dice ese refrán tan verdadero, "juegan los

y pagamos los arrieros". 

Del costo de todos estos desmanes económicos que, como las medicinas se nos van aplicando diariamente desde los juzgados y debidamente amplificados en miles de decibelios por la prensa, la factura final, se nos pasara a nosotros, las personas decentes de este país, aunque para ello tengamos que vender la sangre, que es lo únicos que nos están dejando, si no es que entre tanto desvergonzado, aparezca un vampiro 

de colmillos más afilados que los de don Cristóbal Montoro.

"La política democaquita -me cuenta mi amigo Ezequiel, que fue campesino toda su vida- al menos así me lo parece, es como la mierda; la vemos a montones repartidos en los campos, convertida en estiércol. Después aparece en esos mismos campos como mies; después se convierte en harina, esta se transforma en pan, para que al final, en esa versión siendo consumida, volver a ser mierda".

Un poco ruda sí que es la comparación, pero no deja de tener cierra cercanía o similitud. ¡Más o menos, joder; más o menos! El hombre es de campo.

A mí lo que me parece que está pasando en el Congreso de los Diputados, es que allí, sálvese quien pueda, hay gente de muy mala calaña que está tratando de convertirlo en un prostíbulo; una especie de mercadillo canalla creado para el engaño y la trampa ratonil; en el Palacio del "toco mocho".

Ya desde su inicio tramposo, el sistema mostraba su carácter tahúr, cuando usaron las cartas marcadas

y las que sacaban por la bocamanga de sus chaquetas, con el asunto de las "nacionalidades". Con el único propósito de que con la ayuda del tiempo, se cambiara el término, y sus consecuencias propias, a Nación, para la minoría catalana separatista, las minorías vascongadas igualmente separatistas y, posiblemente hasta para la minoría de Galicia. Y, ahora bajo esa claraboya, se reúne un asqueroso puzzle, en el rojo, separatistas, terroristas y bastantes gentes de malvivir, se disponen a repartirse el cadáver de la pieza, España y su Estado, aún viva, pero con pocas esperanzas de recuperación. 

Pero eso parece que les inquieta poco a los españoles resistentes, "minisueldistas" la gran mayoría.

Eloy R. Mirayo.

No hay comentarios: