lunes, 26 de marzo de 2018

EN EL OJO DEL ROBOT.

San Sebastián, capital de Guipúzcoa.

Junto a la "industria del juego", el turismo es lo que mejor funciona en este hermoso país que es España. Y, precisamente en lo que se refiere al turismo, San Sebastián fue, y sigue siendo, un elegante referente, reconocido mundialmente. Ningún punto de referencia turística tiene el señorío y la clase de la Bella Easo.

¿Qué es lo que hay que ver en San Sebastián? La pregunta es si es posible que en un lugar tan singular, hay algo que no sé deba ver. Algo que no se deba oler. Algo que no se deba escuchar. 

La Plaza de las cadenas.

Dan ganas de sacar una silla y sentarse y mirar cada fachada, cada balcón; esperando no tener que dejar de disfrutarla.

Puerta de entrada al casco antiguo... Y así, sacando fotos de lugares encantadores, podría pasarme el resto de mis días; así que, lo que vamos a hacer es buscar un lugar donde disfrutar de una buena comilona en el restaurante Saltxipi. Nadie sale defraudado.

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"No sé si es la nueva lucha de clases. Pero, desde luego es un conflicto. Sin fronteras, sin concesiones, sin tregua. Entre humanos y robots. Por un puesto de trabajo".

Esto dice en el diario El Mundo, del domingo, quien responde como Iñaki Gil.

Y nos advierte a todos del peligro de llegar a ser parados los chóferes, empleados de supermercados y "acabo de saber albañiles deben prepararse para ser ¿sustituidos? ¿Liberados? por máquinas. ¿Damos un paseo por el presente del futuro?" Advierte don Iñaki.

Respetado, al menos por mi, don Iñaki Gil. ¿En qué lugar, de que galaxia fuera de la nuestra vive usted? ¿De qué guerra laboral entre humanos y robots nos habla? 

No tengo ni la menor idea de cuál es su nivel intelectual -aunque leyéndole a usted me asaltan dudas-, ni hasta dónde llega su almacenaje de conocimientos -me da la sensación que aún le queda mucho hueco-. Pero ¿no cree usted, mi respetado don Iñaki, que anda un tanto desfasado? ¿Tres profesiones son las que la robótica ha puesto en peligro de extinción? Según se avanza en su artículo, se va viendo más claro que su confusión viene provocada por querer hacer crítica de algo: los coches sin conductor. La muerte por atropello de uno de esos vehículos. Y las deficiencias no resueltas por la técnica; ha buscado una "muleta" en el paro. Pero esa muleta no le ayuda a caminar por su planteamiento.

En primer lugar yo le aseguro a usted que al día de hoy, no existe "conflicto" ni "lucha de clases entre humanos y robots". Lo que existe, muy cruento, es un genocidio laboral, en su absoluto espectro; usando robots como ejercito invencible, sin réplica posible, porque quien debería tomar parte a favor del desvalido, los gobiernos, siguen la máxima de que siempre hay que poner el vaso debajo del grifo que da agua, y no debajo del seco si se quiere beber. "Hay que estar con quien de, y no con aquellos a quienes se tienen obligación de dar".

El mal, señor Gil -siendo la robótica un bien-mal, por cómo es empleada-, es que los políticos no son capaces -entre todas sus incapacidades- de ayudar a crear o recrear nuevos puestos de trabajo que suplan a los que diariamente -ahí sí se ven sus manos- se van destruyendo. Aunque se beneficien en cifras, permitiendo el actual funcionamiento del mercado del trabajo. Vivir de la Caridad -una renta básica, solución que da la gilipollez de algunos- no es solución digna para quienes están física e intelectualmente preparados para ganarse la vida con su satisfactorio esfuerzo. 

"La pregunta -se hace usted-, es si será bueno para los humanos". No, malo; no le de más vueltas. Yo ejerzo una profesión en la que el arte tiene una fuerte presencia, lo que ya es atrayente. Cuando termino una pieza de las que normalmente hago y la entrego, por lo general recibo doble paga, a cual más satisfactoria: en metálico, lo que viene muy bien al bolsillo, y en lo profesional, viendo el contento de quién va a disfrutar de mi creación. Usando o regalando.

¿Qué quiere que le diga, don Iñaki? Una vez leído su artículo, entendería que usted, al acabarlo, no sintiera por su trabajo la misma satisfacción que yo disfruto cuando acabo el mío. Que como todos, también está en el ojo del robot.

Eloy R. Mirayo.


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