martes, 13 de febrero de 2018

CARA FEROZ.

La cara feroz que desde hace algún tiempo presenta el feminismo español -como el del resto del mundo-, es la sucia cara de la homosexualidad beligerante, en la lucha sin cuartel por lograr la hegemonía de la especie. Sucia cara, tan ridícula, despreciable e inaceptable como la sucia cara de la heterosexualidad excluyente. 

En el contexto de lo que quiero decir en esta cuartilla de mi blog, está la intención de dejar claro que es en estos momentos el lesbianismo tozudo, agresivo y faltón, quien ha tomado el gallardete, la pradera y ha cavado las trincheras, desde donde disputar -a cara de "pitbull"- 

al hombre, su específico espacio y, como máximo "competidor", la posibilidad de crear su propia familia, junto a una mujer, cuidado ambos de sus hijos.

El feminismo que tanto prolifera por los medios de comunicación recitando su catecismo de injusticias laborables y económicas (algunas ciertas), como los niños del Colegio de San Ildefonso cantan los números del último sorteo del año, de la Lotería Nacional, 

se le nota a distancia la falsedad, porque no le interesa la mujer como ser humano receptor de mal trato por el hombre ¿en qué país estamos? No se trata de conseguir con sacrificio y altruismo un estatus (50%), en la convivencia con el hombre, de manera total, como un camarada, sino que usan las espaldas femeninas y otras afeminadas, como medio para alcanzar una posición fuerte de poder (existen alcaldesas en lucha contra las expropiaciones, que han perdido la memoria) como arma decisiva de su victoria.

Para esa subespecie el hombre, para lo único que les sirve es como simple surtidor de semen, con el que crear una sociedad, con el aborto legalizado, solamente de "Amazonas", sus "amantas" y el necesario cuerpo de matronas para la procreación. ¡Venga ya!. 


Pero, a estas alturas ¿quiénes son los imbéciles que piensan que el hombre

es más inteligente que la mujer o viceversa? 

Solo la superior fuerza física crea una diferencia, aparte de las diferencias biológicas que no tiene por qué entronar en la superioridad a ninguno de los dos sexos; la inteligencia -yo, que soy creyente- es el maravilloso regalo que Dios repartió por igual.

Las personas normales, mujeres y hombres, vivimos una normalidad evolutiva que poco a poco, a velocidad también normal, va obrando por el equilibrio suave y cómodo, lejos de la traumática revolución, limando diferencias justificadas solo por la antigüedad de su nacimiento pero que hoy, su existencia obsoleta, representan un inaceptable agravio para la mujer y una indignidad para el hombre.

Eloy R. Mirayo.


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