lunes, 27 de noviembre de 2017

OTRO ASUNTO ESCABROSO.

Cuando ha empezado a perder fuerza el tema de la proclamación de la República de Cataluña, porque así es nuestro sistema político, se abre el tema, no menos escabroso, del cupo vasco.

La chunga Constitución que se sacaron de debajo del sobaco unos cuantos necios en 1978, con más defectos que una película de chinos, rectificó para mal al gobierno de Franco, volviendo a garantizar unos privilegios económicos, respecto al resto de provincias; creando un singular Concierto Económico para Vizcaya, Guipúzcoa y Álava; añadiéndole el apellido de "¡histórico!". Palabra que lo hace indiscutible para casi toda la "tropa política" del país, menos a Cs, que como la mayoría de los españoles de "fuera" de la asquerosa política actual, le parece escandaloso e injustificable premio que incide en negativo, entre otras, en los servicios sociales (atención a la pobreza creada por esta Democaca), a la Educación y la Sanidad. Y además, han creado un slogan muy curioso: "de la misma manera que se ha desechado el "España nos roba" del "curioso" discurso secesionista catalán; se debe -así ha de ser- desmontar el "el País Vasco nos roba", que ha aparecido recientemente (dicho con el ánimo de desprestigiar), "salid de la Sede de Cs, por la puerta que da a la pinturera calle de Alcalá".-

Tratar de fortalecer su existencia porque está reconocido en la Constitución, es andamiaje muy débil, cuando la mayoría de los políticos están por su "modernización y modificación"; en la mayoría de los casos, de lo que se tratan esos deseos, es para el desgarramiento emocional entre todas las provincias (ahora comunidades autónomas) con el fin último de borrar a España del mapa mundial.

Estamos finalizando, como aquel que dice, el año 2017, y ninguna diferencia de trato estatal debería existir. Todos con los mismos derechos y con las mismas obligaciones; solo desde la más profunda y retrógrada estupidez se puede defender la desigualdad entre españoles por acuerdos alcanzados o beneficios concedidos en el siglo XII o lo que los Reyes Católicos dijeran en el siglo XV.

Pero si; existen varias maneras de que sean reconocidos los hijos de puta. Un documento avalado por la firma de un notario en el que, en elegantes letras de molde, se certifique, para uso en reconocimiento ante cualquier autoridad; por su personal comportamiento de dichos y hechos; o por el más natural y menos dañino para los demás, por ser hijo de una mujer que ejerza la prostitución. Claro que hay otras maneras, pero no quiero aburriros.

Lo cierto es que debajo de este renglón podréis comprobar una de las maneras más comunes del separatismo:

"El “Concierto” económico y el cupo son el fruto de la violencia que España es capaz de acumular contra los vascos para imponernos su voluntad contra nuestros intereses, así los imperialistas jamás tendrán la necesidad de producir más de lo que hacen para mantener su actual nivel de renta, ya que consiguen de nosotros un capital extra, tratándonos como una de sus últimas colonias a las que explotar.
“El nacionalismo imperialista es la forma internacional de la dominación de clase, feudal, burguesa, etc. una empresa de opresión, explotación y pillaje contra las clases sometidas".

Lo que sí parece cierto es que en las provincias vascongadas y en las catalanas, existe individuos que no se les cuela la chapela 

o la "barretina" hasta los hombros, 

porque se les queda prendida en los enormes cuernos retorcidos de super cabrón de primer premio. 

Desde que veo y sufro escuchando a tanto desgraciado echar mano para sus independencias, otras ya rancias por el paso de muchos siglos, me entra una profunda desazón, pensando en la posibilidad de despertarme un día siendo súbdito magrebi, porque los descendientes de Muhammed I (852-886), se les pudiera ocurrir exigir la devolución de Madrid, porque a su real ascendiente, junto al río Manzanares, se le ocurrió levantar una fortaleza 

(primera edificación de lo que más tarde sería y es Madrid) justo donde hoy la podemos ver y visitar (también rezar) la Catedral de la Almudena.

Eloy R. Mirayo.

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