jueves, 26 de octubre de 2017

NACIONALISMO INTEGRADOR.

Todo en la vida ofrece dos caras, la buena o positiva, y la mala o negativa.

Ayer, en la 1 de Televisión Española, en un espacio de la noche, entre los invitados estuvo don César Antonio Molina Sánchez,

que fue ministro socialista de cultura en un gobierno de Zapatero.

El tema que estuvieron tratado fue sobre la Revolución Rusa que, en fin, a mí poco me interesa y más, en los momentos que estamos viviendo en España, por culpa de unos cabrones indeseables.

Lo más importante fue cuando aparcaron el tema ruso y se vinieron a comentar, sin mucha profundidad, como si quemara, el asunto del nacionalismo. 

¡Nacionalismo! Palabra maldita del diccionario gilipolitizado con el que "la nata" del país (políticos, politólogos, periodistas de casi todas las raleas, tertulianos de los medios, las asociaciones de gays y lesbianas y algún que otro clérigo), o sea, los gilipollas que sin la debida preparación y conocimiento han pillado en sus cuadras la esquila; 

se la han colgado al pescuezo y de la forma que diariamente sufrimos las personas de bien, dirigen el rebaño como a putas por los rastrojos, hacia el próximo abismo.

Si serán burros, que no entienden que como ocurre con el colesterol, existe el nacionalismo bueno y muy saludable, como contrafuerte del nacionalismo hijoputamente maligno y despreciable, como lo son aquellos que lo dirigen -es un decir- y quienes sin saber por qué, lo adoran.

Lo que me llamó la atención cuando don César y el resto de contertulios, incluido el presentador, trataban al nacionalismo surgido en Cataluña y de manera general a cualquier nacionalismo sin aceptar una sola excepción, como populismo negativo; algo tan extremadamente malo, al punto de que a nivel mundial, no tiene cabida en la asumida por todos, como la amorosa Matrona Globalización.

En esas andábamos cuando apareció con sonoridad la única fémina de la mesa y, con aire de querer darles al resto con la regla en los nudillos, preguntó al más inteligente, don César Antonio Molina: "y las banderas de España que cuelgan en balcones ¿eso no es nacionalismo?".

Lo que menos importancia tiene para nadie fue la respuesta, porque Don César, como suelen hacer las personas que han pasado por la política (cobrando), nunca responden de manera nítida porque, hacerlo, pudiera costar votos a su grupo en las próximas elecciones.

No se trata de apostar por la verdad, sino adaptar la verdad, aunque quede un tanto retorcida, a la "corrección política".

La retorcida pregunta (los misóginos hablan de la intrínseca maldad de la mujer) necesitaba la adecuada respuesta; la que barriera de una puñetera vez hasta el menor atisbo de duda. 

La Bandera de España -ese nacionalismo-

es algo que pertenece a todas los seres humanos nacidos dentro de los límites patrios, pero también, de alguna manera acoge a la fauna (por eso también a la señora de la pregunta, le afecta) y a la flora. 

Nuestra enseña (ese nacionalismo) es el símbolo que nos acerca, iguala y vincula con quienes han nacido en otra de nuestras provincias; la que nos lidera cuando se nos ataca desde el exterior, y la que nos hace solidarios con quienes dentro de nuestras líneas fronterizas han sufrido o caído en desgracia. 

El nacionalismo integrador que genera la Bandera de España -repito- es el colesterol guay que, como las cosas no se arreglen como Dios manda, se verá las caras con el colesterol chungo (nacionalismos separatistas).

¡Últimas noticias del separatismo!

¡Fueron treinta, gilipollas!

Eloy R. Mirayo.

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