jueves, 19 de octubre de 2017

ES SU NORMALIDAD.

Pocas hay que sean gilipollas de entre las personas que a diario trato y, de esas pocas personas, las gilipollas, ninguna de las acciones y reacciones de las que son capaces, llegan a sorprenderme por inesperadas. De un gilipollas, aunque salga en los medios llevando en la cabeza, para disimular el apepinamiento de su sesera, las tiras de una fregona en deplorable estado, no nos debe a las personas normales extrañar, sorprender o asombrar. Es su normalidad.

Esta reflexión me la ha provocado el haber escuchado por la radio, la respuesta del Puigmamont, al requerimiento gubernamental. 

De ese presunto delincuente -este sí que es golpista- siguiendo su cercano currículo, su perfil nos enseña lo natural que es en el, hacer y decir gilipolleces (enfiladas como collares de perlas) desde las más nimias a las más gordas; 

la última es de las que en ningún país con las conciencias de sus políticos limpias como una Patena, y por ello, bien gobernado, no se consentirían desde el primer momento, aplicando la réplica adecuada y además, con buenos y limpios políticos, existirían fondos para que en vez de crear  "velódromos" y "aeropuertos" en desuso, se dedicarían esos fondos para abrir "tonticomios sociales", donde recluir a "Hijos de Puta con Fronteras".

Porque la idea de la separación de Cataluña del resto de España, convirtiendo la cuna de Salvador Dalí, Josep Pla, Joan Maragall y Agustina Raimunda María Zaragoza y Doménech, llamada «Agustina de Aragón» (Nacida en Reus, el 4 de marzo de 1786, bautizada el 6 de marzo de 1786 en Barcelona) 

entre otros muchos, en una Republica independiente -insisto muy tozudo-, solo se les podría haber ocurrido a unos cuantos gilipollas.

Cuando una gilihijoputada triunfa es, sola y exclusivamente por dos razones indiscutibles; la primera, porque el gilihijoputa de turno que la comete, 

se encuentra en absoluta soledad, y dos, porque quienes, ojo avizor, deberían corregir al gilihijoputa, en vez de cumplir con fidelidad y presteza con su vigilante obligación, se dedican simplemente a amenazar con sordina al factor, mientras que escuchando, "Despacito despacito...", se están tocando -según el sexo-, la chirla o los cojones a dos manos.

Tocamientos tan dilatados en el tiempo cuyo resultado desgraciado es la quiebra real de la convivencia de las personas de dentro de los límites de Cataluña, con las muy probables perspectivas de grave enfrentamiento.

Si, lamentablemente, se llegara a graves acontecimientos, quede claro que es única responsabilidad de todos los gobiernos con los que la Democaca nos ha venido castigando desde el 21 de noviembre de 1975, fecha que marca el día en que los españoles decidimos dedicarnos a tocarnos los cojones, o la chirla, en vez de vigilar lo que querían hacer con nuestro futuro.

Las ramas del árbol rozando el suelo ¿donde está el guapo que lo enderece?.

Eloy R. Mirayo.

No hay comentarios: