miércoles, 6 de septiembre de 2017

GUIÑOL SIN HILOS.

Ningún científico 

nacional o extranjero, es conocido que haya llevado a cabo un exhaustivo o superficial estudio sobre las consecuencias que en el ciudadano común -el "intocable" que dicen en la India- produce el estar constantemente en situación de estrés físico-intelectual de sospecha crónica por todo cuanto pulula e incide en su universo particular.

Sospechar de todo cuanto le rodea, ha transformado al ciudadano común en un guiñol sin hilos; en un autómata sin capacidad para reaccionar porque ¿para qué? si absolutamente todo cuanto le rodea (nos rodea) está pingando de podrido. La Política: políticos que roban y pegan "mordidas" por doquier;  la Iglesia: sacerdotes que, en vez de llevar una vida sana ajustada a su ministerio, liberan pecaminosos su lujuria, haciendo víctimas a niños y niñas; el Deporte: trampas y engaños; las Artes: absolutamente prostituidas con fáciles expresiones exageradamente valoradas.

Todo está manipulado y podrido por la corrupción establecida en la élite; corrupción que acaba por salpicar de alguna forma a los sucesivos escalones de la escala social, como única forma de lucha por la supervivencia.

La prueba más notoria de su mala influencia en la sociedad es la reaparición generalizada y universal de la esclavitud económica. Se ha generalizado el que, quien ofrece un empleo, impone como condición sine qua non, sus intereses por encima de los derechos del aspirante. Recientemente una persona -que conozco muy bien- se acercó a un establecimiento de venta de churros, que ofrecía un empleo de repartidor, que para llevar a cabo su labor, debía poner vehículo propio, a cambio de un sueldo mensual de 400 euros. Empezando su horario de trabajo a la hora de apertura de bares y cafeterías y terminando cundo no hubiera ningún pedido.

Por supuesto ese cabrón churrero no es un miembro de la élite, pero si es una mimética consecuencia del estado en el que se encuentra el mundo laboral, no sólo de este país que, hay que joderse, sino de todo el "maravilloso" primer mundo. 

Hoy Kunta Kinte, con derecho a cama, vestido y comida diaria, sería todo un privilegiado en este "sacrosanto" primer mundo.

En estas condiciones, sospechando de todo, de todos y en precario, a nadie debería extrañar que se haya disparado el odio a todo cuanto se mueve en derredor y que, para expresarlo, se haga uso de las redes sociales, como su más directo vehículo de expresión.

Y ya, en los medios de difusión, la mayoría comprados por las subvenciones a sicarios de la élite, que presumen de ser defensores de la libre expresión, ha prendido el miedo a una hipotética reacción de los "intocables", porque entre todos cuanto usan esos medios, que deberían usarse como un magnífico y muy necesario altavoz para reclamar los derechos perdidos, porque nos fueron robados, han surgido unos pocos indeseables; autentica basura humana, que abusa de esa herramienta para insultar injustificadamente, para vejar, ridiculizar o amenazar, aprovechando su impunidad, tras la semi clandestinidad del medio, y por el poco seguimiento práctico de la autoridad competente.

Eloy R. Mirayo.

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