martes, 11 de julio de 2017

SIN PIEDRA Y SIN PALO.

La Biblia nos avisa de que el castigo divino no es tan parafernálico como el que se reparte en el mundanal Mundo, pero eso no quiere decir que no puede ser duro, si el pecado así lo requiere.

Cuatro heridos en el derribo de una cruz franquista en Larrabetzu

Así corrían los gilipollas cuando empezaron a caer los piedrolos gordos; como los gudaris durante la guerra, incapaces de disparar un solo tiro, se entregaron al glorioso ejército de Franco.

Dios castiga sin piedra y sin palo. Aunque las lesiones que provocó el cobarde abatimiento de esa cruz (desgraciadamente leves los cuatro heridos; posible que algún cuerno roto), por una manada de hijos de puta, pudiera parecer, estoy seguro que la cosa es consecuencia de la ignorancia supina de unos cuantos cobardes, que solo lancean al "enemigo" cuando el enemigo ha muerto; muy muerto (han esperado cuarenta años, no sea que se vaya a levantar) y no por la mano de Dios, que por ser infinitamente sabio,

sabe que la manada de bestias asilvestradas que se reunieron en aquelarre, para con ayuda del Demonio, llevar a cabo la hazaña, son como las deposiciones fecales de la mujer más guapa del mundo que, por mal que huelan, jamás afearan, como esa fea plebe no le afectan al Señor, su extraordinaria obra: el ser humano.

Me cuentan que en nuestro ex excelentísimo Ayuntamiento, presuntamente, en solidaridad con los valentones que han abatido la cruz, les van a dedicar, cerca de la plaza Zerolo (antes de Vázquez de Mella) una calle que me cuentan que se llamará, Avenida de los Hijos de Puta que destruyeron una cruz en un pueblo de las Vascongadas y de los que estaban festejando el "hecho glorioso". Seguro que el memo alcalde batasuno, con la idea de derribar la cruz, no le cabía otra idea debajo de la chapela. 



El templo de Baal.

Así destrozó el Estado Islámico el milenario templo de Baal

Distintas dimensiones, que nadie osa equiparar su importancia, las dos eran importantes, pero el mismo bestialismo destructivo; el mismo odio congénito que les impulsa irracionalmente contra todo y contra todos, sin importarles reducir a escombros un monumento religioso in memoriam, como es la cruz de Larrabetzu, o la belleza  irreparable e irremplazable de una maravilla arquitectónica.

Poco a poco solamente nos vamos a poder quedar con estas artísticas muestras de la arquitectura moderna.

C´est la vie! Que diría Napoleón.

Eloy R. Mirayo.

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