viernes, 21 de julio de 2017

NI PARA HACER PUÑETAS.

Los políticos de las democracias -incluyendo esta Democaca, penitencia de nuestros pecados-, en general, siendo muy generoso y dando una mínima posibilidad de que exista una "rara avis", no valen ni para hacer puñetas; un exceso pagar lo que costó su bautizo, pero en cambio tienen una habilidad sorprendente para encontrar la forma de castigarnos económicamente por algún desconocido pecado que aunque no estuviera tipificado, lo rebuscan con ahínco y, al final, siempre acaban por sacárselo de la manga (de mangar), y de forma automática lo tipifican, con vigencia retrospectiva.

Los países que forman el núcleo del Mercado Común -pero no todos, siempre hubo clases-, con bastante regularidad son castigados por la máxima autoridad de la Unión, con multas tan incomprensibles como la que ha sufrido este país por el asunto de los estibadores portuarios, como si las autoridades gubernativas tuvieran la autoridad absoluta para, con todo rigor, aplicar las medidas necesarias, esas que todos tenemos en la cabeza.

Que si hay demasiadas vacas que proporcionan excesivos litros de leche, además de matar unas cuantas, multa al canto; 

que si son demasiados los olivos, y demasiados los litros de aceite que producen, arrancar unos cuantos, y multa al canto; recortar el número de barcos de pesca, y el número de caladeros donde puedan faenar, sin pasarse de la cantidad que un imbécil sin conocimiento de causa (del pescado lo único que sabe es que se puede comer), próximo o acojonado por Greenpeace, un día después de unos pocos güisquis, se le pudo venir a la cabeza.

"Pero eso lo tiene que pagar el gobierno". Claro que es el gobierno quien lo ha de pagar, pero con nuestros euros porque, de los bolsillos de los inútiles no sale ni una triste monda de céntimo.

Esa gente, los políticos en general, no tienen capacidad ni deseos de crear nada industrial que signifique creación de riqueza, pero les encanta perseguir a todo aquel que tenga la ocurrencia de esforzarse en establecer una mediana o pequeña industria, o un comercio de las mismas características. Esas son las víctimas propiciatorias, a quienes se les sablea, porque a las grandes empresas hay que protegerlas, cuidarlas y hasta mimarlas porque, es cosa rara la gran empresa gorda, sea de lo que sea, que no tenga algún pariente de político "importante" en su organigrama. Tan importante político como para ciscarse en los derechos establecidos del comercio de menudeo, para permitir su apertura por decreto autonómico, durante los trescientos sesenta y cinco días al año, las veinticuatro horas del día. ¿Verdad, señora Aguirre?. 

Y no fue verdad que la medida creara empleo y riqueza en Madrid, sino todo lo contrario. Desde entonces se han ido cerrando cantidad de pequeños comercios, arruinados por las cinco o seis grandes empresas que se han repartido el negocio.

Eloy R. Mirayo.

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