lunes, 17 de julio de 2017

ACOJONADORES.

Son siempre los mismos tipos, aunque cambien sus caras y sus disfraces. Son siempre los mismos, con los mismos intereses; los de acojonar al personal que anda con sus miles de problemas y preocupaciones por dentro de los confines de este Mundo.

Los muy cabrones y cabronas, que de todo hay por estos mundos de Dios, han cogido por los pelos al asunto del fin del Mundo; 

una vez que el libreto ha perdido fuelle y la Peña mundial empieza a pasar olímpicamente de él, los cabronazos y cabronazas, yo no discrimino, al punto ponen en circulación otro libreto que, aunque aparenta ser diferente, lo cierto es que los actores son de la misma tribu, y el argumento lo mismo: el fin del Mundo, que acojona que te cagas.

Los disfraces son muchos, y según vengan las modas; sesudos intelectuales que en voluminosos libros, donde explican largamente los motivos y fechas del monumental desastre; monjas y clérigos que se aprovechan de su presunta cercanía al Creador, con ramplonas explicaciones seudo religiosas, como no, también nos señalan la fecha del monumental desastre, pero otra fecha distinta.

Como todos sabemos los disfraces son múltiples, como ya he dicho, pero para darme satisfacción, desde el mismísimo 

a, los cómicos seudo videntes, Paco Porras, Támara, Tony Genil, Loli Álvarez,

o la mismísima Aramys Fuster (entre otros personajes de similares valores personales)

y, ahora cantidad de acojonadores, avalados por sus títulos universitarios, que vienen alzando sus científicas voces, avisándonos del inminente peligro que, por el continuo calentamiento de la Tierra, del que somos culpables todos menos ellos, les  llevará, a quienes estén aquí, a participar como máximos protagonistas, en lo que será, ¡por fin! el fin del Mundo.

El fin de este Mundo que ha acogido, entre otras especies de seres vivos, aunque todos, más o menos longevos, muy mortales, a la especie humana, a la que yo también pertenezco, aunque haya acciones (por poner uno, entre muchos cientos de miles, botón de dolorosa muestra) de algunos humanos que muchas veces me hacen renegar de serlo.

Nadie medianamente inteligente, ni siquiera yo, se atrevería a negar la posibilidad de que, sabe Dios cuando, llega a explotar hecha añicos la Tierra. De igual modo nadie medianamente inteligente puede negar que sea necesario cuidar y respetar nuestro planeta; trabajar porque nuestra atmósfera este limpia y aseada como el culito de un bebé después del baño. 

Es estúpido defender lo contrario pero igualmente estúpido es por meter un termómetro en la tierra, y con lo que diga el mercurio, asustarnos con la inminente llegada del "fin de la fiesta".

Y, a todo esto ¿qué papel juega la industria del reciclaje?


Eloy R. Mirayo.

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