viernes, 2 de junio de 2017

LA CÁMARA DE LOS HORRORES.

En eso parece que estén empeñados todos los partidos de este país, con representación en las Cortes, en transformar el Congreso de los Diputados y, por afinidad, el resto de instituciones del Estado. 

Eso es así porque parece que jamás hubo en el mundo un Estado menos estado ("Mala puñalá le den a una botella vacía y a una cama sin mujer"). 

No hay descanso en el ataque, justificado o no, en la defensa numantina, ni en el contraataque furibundo entre los partidos con derecho a posar el culo en el "mágico" escaño; 

no por encontrar la mejor manera de que este país recupere su grandeza y respeto, y sus gentes puedan, que ya va siendo hora, volver al buen camino económico, sino por fagocitarse los unos a los otros, y los otros a los unos; la cosa se basa en apear al situado, simplemente para ocupar el sitio, sin más horizonte en sus mezquinas meninges.

El país, a la mayoría de esa subclase humana, les importa solo el día de cobro de cada mes. Y les tiene sin cuidado el estado en el que se encuentras las "cañerías" por donde les ha llegado los euros de sus mal ganadas pagas. Aunque no más fuera por egoísmo, deberían encontrar la forma de cuidarlas, no les vaya a pasar como al Salustiano, que todos los días ordeñaba a la vaca, sin preocuparse de darle de comer y beber; ahora como no ordeñe al toro...

Es lo extraño de quienes de la política hacen su carrera; cualquier universitario se prepara para alcanzar la graduación para desarrollar su ciencia; o en los oficios, en los que normalmente se labora por alcanzar la maestría que avale un buen trabajo. Los carreristas de la política no necesitan sacrificarse, romperse los codos estudiando o aprendiendo un oficio, porque cuando llegan a las metas volantes, a las metas de etapas, y no digamos a la meta final, lo primero que hacen, antes de siquiera hacer sombra con sus cuerpos en el cargo, es blindarse con los que han terminado en la universidad su carrera y quizás, con algún que otro profesional, que les soplen al oído todo cuanto necesitan saber para hacer ver que gobiernan lo que se gobierne, que es todo lo que ellos normalmente ignoran.

Hoy he escuchado a la presidenta de la autonomía madrileña, la señora Cifuentes, decir (más o menos) que ella con su firma solo había avalado en no se qué caso, la propuesta del técnico.

Normal; para ser político lo único imprescindible que se pide en este sistema es saber firmar o al menos ser capaces de hacer una cruz sobre el documento que se le presente.

¡Ah! Y poner el cazo, algunos.

Eloy R. Mirayo.

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