jueves, 25 de mayo de 2017

QUE SE VAYAN PONIENDO LAS "TALEGUILLAS".

Aunque haya pasado la época del año en la que se deben podar los árboles para que en Primavera broten con más fuerza, nunca es tarde para hacer un buen aclarado que permita la limpieza que hace el paso del aire entre las ramas.

Eso es lo que la gente espera, y algunos temen, que empiece a ocurrir en la madrileña calle de Ferraz y termine la ingente labor en el más pequeño de los pueblos, villorrios o pedanías de este país (donde sigo exiliado) donde se den las mismas "aclarables" plantas. 

Y contentos han de sentirse los "troncos" que sin duda van a ser aclarados; en otros tiempos no demasiado lejanos habían sido talados al ras del suelo.

La verdad es que los aclarados en los partidos políticos son tan normales, que a nadie puede extrañar que se den cuando cambian los dirigentes.

La gran diferencia es que en normalidad, cuando se hace una aclarado no hay más trauma que el enfado individual del desplazado; 

pero, en un momento en el que el motor que pone en marcha es el odio y el resentimiento, el daño siempre tendrá consecuencias negativas en general. 

Y por si no fuera suficiente, el odio y el resentimiento siempre estarán camuflados flotando en el ambiente, esperando pacientemente el momento en que otros, o quizás los últimos aclarados, les vuelvan a poner en marcha.

Decía un ganadero que hay que tener mucho cuidado con los animales de cuatro orejas 

(los toros y las vacas; el contaba los cuernos como otras orejas) porque tienen larga memoria. Me contó mi amigo el ganadero que uno de sus trabajadores, suficientemente bestia, la emprendió a palos, lo que nunca se debe hacer, con un buey, porque no permitía ser uncido en el yugo de una carreta; un año después, pillándole descuidado, el buey le empitonó y lanzó como si fuera un pelele por los aires. 

Así son los políticos, aunque no se les vea (a algunos) el segundo par de orejas. Ellos tienen un enorme zurrón, 

donde van guardando las afrentas y desaires, a la espera de que el volteo de la tortilla en la sartén, ofrezca mejor cara.

Seguro que las cogidas que se puedan ver entonces, teniendo en cuenta la bravura con la que llega las reses del hierro que llevan en el anca, no serán menos cruentas que las que propinó aquel "memorioso" cornúpeta a quien le apaleo.

Que algunos de los que han llegado se vayan poniendo las "taleguillas" 

(es un buen consejo) como hacen los toreros al vestirse de luces, o que procuren estar siempre a la vera del burladero más próximo.

Eloy R. Mirayo.

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