miércoles, 17 de mayo de 2017

PENA, PENITA, PENURIA.

"Ay pena, penita peeena, peeena" cantaba gimiendo, como salía en lo más hondo de sus entrañas flamencas doña Lola Flores, que en paz descanse, y ¡ay pena, penita, penuria! canto yo por peteneras viendo como el PSOE es fagocitado por sus propios militantes aspirantes a cupuleros, empeñados los tres en su incapacidad, en no dejar de ese partido ni los huesitos.

Que este país es más diferente que aquel de, "España es diferente" del franquismo, no se necesita para su constatación, mas que sacrificar unos segundos de la propia vida asomándose a la ventana o balcón de su vivienda, si es que el banco aún no se la desahuciado.

El PSOE se debate entre la nostalgia de pretéritas "glorias" -los malhadados gobiernos de González y Zapatero- y los ramplones resultados en las dos últimas elecciones. Y ¿qué medicina necesitará el socialismo de este país para recuperar su salud? La Diazcilina que se le receta desde Andalucía por la doctora Susanita,

parece como si no ofreciera esperanza esa vacuna observando los resultados que se han obtenido en tan hermoso y bello territorio patrio.

Otra de las tres opciones que se barajan para recuperar al enfermo que ha entrado en estado terminal es la pócima, Sanchimicina, del hermoso curandero, que tampoco ofrece buenos resultados ya que tanto el médico como su pócima, son los más directos responsables de su estado comatoso. 

¡Arreglado está el enfermo, si su salvación está en la mano del escasamente doctorado don Patxi López!

El gurú vasco es como algunos médicos de la Seguridad Social que pretenden curarte con una hoja impresa de papel con unos pocos dibujitos:

Lo que dado la inminente (que esperamos alborozados) por inexistencia de ideas inteligentes rehabilitar la columna cervical, no parece que sea la mejor de las soluciones.

Decía mi abuelita Leonor 

que "no hay mal que por bien no venga". Y así es, seguro que en este país habrá más gente contenta con la desaparición del PSOE, que los que lo hagan por haberse salvado al quedarse agarrado a un clavo ardiendo.

Eloy R. Mirayo.

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