miércoles, 3 de mayo de 2017

ESCLAVITUD.

Una de las muchas miles de caras que tiene la

esclavitud, nos la muestra (¡cómo no!) está apestosa Democaca, con faz juvenil, porque su aparición acaba, como aquel que dice, de hacer su puesta de largo ayer mismo.

El cinismo

se ha enseñoreado en la élite nacional, de tal manera, que no existe ninguno de ellos/as, que no lo esgrima diariamente, dándole un toque benefactor, a cualquier tipo de cabronadas que se les ocurran -para lo que son extremadamente ocurrentes-. Y bajo ese disfraz embustero, es donde esconden el regreso de la esclavitud.

El novedoso modelo -sin látigo, pero igual de doloroso- es el que ha aparecido con el nombre de "Becarios". Bajo ese epígrafe se esconde una de las mayores desvergüenzas cometidas por el ser humano, contra el ser humano, después de la cometida contra Kunta Kinte.

Lo novedoso es que, a aquellos aprendices que existieron durante la "dictadura franquista," que aprendieron los diferentes oficios (muchos de esos oficios ya desaparecidos) recibiendo un sueldo y una preparación, les han sucedido unos "becarios" que, o no reciben sueldo, o el que reciben es raquítico; tan raquítico como los conocimientos que llegan a alcanzar, que a muy pocos les da para poder desarrollar una larga carrera profesional.

La aparición del Chef Jordi Cruz, mostrándose a favor de que los "becarios" en los grandes restaurantes trabajen sin percibir un sueldo, a pesar de que la jornada pueda ser de casi el doble de una jornada laboral normal ("Estás aprendiendo de los mejores en un ambiente real, no te está costando un duro y te dan alojamiento y comida. Es un privilegio. Imagínate cuánto dinero te costaría eso en un master en otro sector") refuerza y da certeza a mi creencia de que la esclavitud existe y está muy extendida en este país.

Estas declaraciones del cocinero catalán no dejan de ser una muestra de cinismo. Las grandes cocineros solamente se ocupan, como si de un casting se tratara, de los que prometen buenos resultados y una persona que promete buenos resultados, lo que también promete son buenos beneficios económicos, amén de abaratar costos.

Pero no son los empresarios los culpables de tan degenerado modo de proceder, sino los políticos que les dan carta de naturaleza. Los políticos que, en su mayor medida, son unos imbéciles que apenas van más allá de estirar el brazo, con la palma de la mano como  un cazo, para atrapar el salario que nada se merecen.

No ha nacido en este país, en los últimos cuarenta años, un solo político que sepa cuál es la tarea, en todo su conjunto, que deberían administrar. No conocen la manera de utilizar los mecanismos que existen para llevar adecuadamente a cabo las obligaciones que les impone el cargo alcanzado. En estos últimos ocho lustros la gente que se ha investido con las más altas vestiduras políticas, lo ha hecho sin tener entre todos ellos la inteligencia y el conocimiento que la empresa de gobernar este país requiere. Y si malo es eso, peor es que poco a poco esos inútiles, se han ido deshaciendo de los buenísimos funcionarios, hasta el de más baja categoría laboral, mucho mejores que ellos, cumpliendo a la perfección con sus obligaciones, y no dando palos de ciego.

Eloy  R. Mirayo.

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