jueves, 27 de abril de 2017

LA SECTA Y EL GURÚ.

El comunismo, aunque cambie de nombre de pila, jamás cambia sus métodos dictatoriales que cubre con escamas democráticas. Su omnímoda dirección no admite más opinión que la opinión del líder, ni otra voz que no sea la voz del líder.

Eso, que lo debería saber, es lo que ahora está experimentando en carne propia Iñigo Errejón, desde que perdió recientemente su opción ante el líder carismático, el ladino Pablo Iglesias, ascendido desde entonces a padre de todos los podemitas.

Hace unos días, desde la cúpula del politburó de Podemos, se impidió la presencia de Iñigo Errejón en una tertulia que iba a darse en una emisora del grupo Prisa, y en sustitución mandaron a la Montero (actual pareja sentimental del líder) a quien la emisora no aceptó.

Cosas de este tipo es lo que me ha hecho llegar a pensar -¡con lo que me cuesta!- en lo positivo o negativo que puede resultar vivir en una u otra época; en unos u otros tiempos. Pretéritos o futuros.

Tomando como sujeto a tratar a Iñigo Errejon, en cuanto a su carrera política, su futuro -seguro que la bruja Lola no me quitaría la razón- aparece en el horizonte con color gris, en proyección hacia un color negro, absolutamente oscuro, oscuro.

Pero peor habría sido que el hijo de papá catedrático, hubiera nacido y vivido, en tiempos del despiadado asesino soviético Iósif Stalin, 

tiempos en los que las disensiones políticas dentro del PCUS, y de los demás partidos comunistas de todos los países donde el comunismo tenía hincado el infectado diente, se allanaban con la misma fórmula que se usó con el díscolo Lev Davídovich Bronstein (León Trosky).

Esa es la diferencia que existe entre vivir en agosto de 1940, y disfrutar de la vida en abril de 2017. A Trosky lo asesinaron los antecesores políticos de los que ahora se contentan con sacar a Iñigo de  una tertulia radiofónica, y con irle pasando una ballesta, hasta hacerle desaparecer (políticamente hablado) por el momento. 

Seguro que si el nacimiento de estas dos personas, comunistas ellos, hubiera sido al revés, León Trosky seguiría vivo, haciendo "bolos" por universidades afines, e Iñigo Errejón... Aunque también hubieran trocado los lideres.

Iñigo, ya le podías estar dando las gracias a Dios todo los días, por haber retrasado tu nacimiento.

También me llama mucho la atención -uno es de pueblo- lo bien que parecen llevarse entre los políticos de la izquierda extrema y radical, la protesta zafia y barriobajera en la cámara y el proletario polvete como postre. 

Me decía uno de mis muchos amigos, hablando de estos nuevos políticos de las izquierdas, que más que más que a un partido político medianamente serio, se parecen a una de esas sectas en que hay un solo macho, el Gurú, que se cepilla a todas las feligresas.

Eloy R. Mirayo.

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