lunes, 13 de marzo de 2017

¿Y NO TIENE SOLUCIÓN?

Los ciudadanos del mundo democrático estamos al capricho de nuestros representantes, que es como si el burro que tira del carro donde va subido el paisano,

tuviera en lo que hay entre sus orejas la decisión de quien debiera ser quien fuera sentado en la barra del carro; si el paisano o el, su burro, a quien le alimenta y da cobijo en su cuadra.

Así es que alguien pensó que los humanos, que tendían a vivir agrupados, y que esos grupos crecían a gran velocidad -en aquellas calendas no existían asesinos de fetos en el vientre materno; tampoco había preservativos; anticonceptivos farmacológicos, ni artilugios vaginales extraños- 

se hacía necesario que alguien se ocupara de hacer aquellas cosas que afectan al colectivo, que individualmente cada individuo/a del grupo, no podrían hacerlo. 

Para ese tipo de cosas, que apartan de la atención de las cosas propias, como es fácil imaginar -aunque la gente no estuviera tan mercantilizada- de la forma que fuera, sería en especie, se ajornalaría, si nos hacemos idea con lo que disfrutamos en la actualidad, al más necio al tiempo que menos trabajador.

Pero parece como si todo cuanto existe,

y hasta lo que pueda existir en el futuro, fuera susceptible de degenerar. 

Y así es como nos vemos ahora, algunos miles de años después.

Ahora nuestros representantes, a los que se paga generosamente en demasiados casos, más lo que les caiga del "espacio sideral", nos han bajado de la barra de nuestro carro y, subidos en el pescante con desmedida chulería, hacen restallar el látigo sobre nuestras costillas, obligándonos a trotar hasta donde a ellos se les encapricha ir, que casi siempre es el lugar opuesto a nuestros intereses.

Los "descendientes" del necio y vago de quien en un momento se echó mano como elemento organizador, se ha vuelto censor de todo cuanto los ciudadanos rasos hemos hecho durante siglos, y posiblemente de lo que hagamos en el infinito futuro, fundiéndonos a prohibiciones e impuestos. 

Y no contentos algunos de ellos con su mochila de arbitrariedades -por supuesto unos redomados hijos de puta- se plantean ciscarse en la propiedad ajena, ocupadas ilegalmente, creando una ley choricera que trata de amparar quienes se apropian de un inmueble ajeno, y daña a su propietario.

Tenían que llegar aquí, a este país, el viejo rojerío, para que algunos, los más viejos recordaran, y los jóvenes conocieran lo que son capaces de hacer los rojos de mierda. En las próximas elecciones les volvéis a votar.

¿Y no tiene solución? ¡Claro que si!.

Eloy R. Mirayo.

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