lunes, 17 de octubre de 2016

DIALOGAR.

 Dialogar; hermosa palabra de nuestro amado y muy respetado Diccionario  de la Lengua Española, que comprende un inmejorable consejo, a la vez que una benefactora propuesta en forma de verbo: Dialogar (presente infinitivo).

¡Dialogar! Una maravilla de entre las más maravillosas de las  maravillas. ¡Dialogar! Milagrosa poción verbal que apacigua la controversia. ¡Dialogar! Extraordinario antibiótico que desemponzoña cualquier cuestión en disputa. ¡Dialogar! Abracadabra, "Magia Potagia" que logra hacer brotar el acuerdo cuando más enconada aparece la fricción de los más contrapuestos intereses.

Dialogar, también es el dedo índice que señala (como el de

Cristóbal Colón, que desde su base de piedra, frente al Mediterráneo, señala hacia América, ¡que cachondo! dando la vuelta por el Estrecho de Gibraltar) a los líderes políticos de estos jodidos momentos, de este país, la senda que han de "caminar" para solucionar la crisis en la que entre todos ellos han metido al ciento por ciento del paisanaje, y hasta a los que solamente estamos aquí como exiliados forzosos.

¿Dialogar?. Los frentes abiertos al diálogo son infinitos, como los designios de nuestro Señor, Dios; las posibilidades de hacerlo, eso ya es otra cosa. 

Así, en cuanto a diálogos difíciles, como los que están pendientes aquí, el que con rapidez me viene a la memoria es el que los judíos mantienen con el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén

que, por mucho que le hablen, es incapaz de "pegar hebra", con que la posibilidad de acuerdo que tienen los lamentosos con el famoso Muro, es del todo imposible, por lo que han de separase sin saber si si o no, están ambos de acuerdo en cuanto a sus cuitas.

Son muchísimos los imbéciles que acusan al gobierno de este país, de no dialogar con los rufianes (no es su apellido) que pretenden robar -como se roba un trozo de tarta- 

cada uno de ellos, los políticos catalanes y vascos, un trozo de España -mi verdadera Patria-, aprovechando la laxitud de las autoridades competentes.

Cuando un Estado se relaja en sus obligaciones, es como el vecino que no cuida las vigas de madera que sostienen el edificio de su propiedad en el que vive, dejándolas a merced de las termitas.

Hay que echar mano de la Entomología (rama de la zoología que se encarga del estudio de los insectos). Y, una vez con los estudios científicos en la mano,

aplicar los remedios que aseguren mejores resultados, de cuantos haya en el mercado.

Igual medicina para combatir el separatismo, porque lo mismo que la premisa de la termita es comerse las vigas del edificio, la premisa con la que encabezan sus propuestas de diálogo los "mangutas" catalanes y vascos es, comerse las vigas que sostienen la unidad nacional.

Pero, será como dice mi amigo Braulio 

"quizás porque los políticos de este sistema no se sienten legitimados, los separatistas vascos y catalanes con sueldo y representación del Estado, no recibirán el castigo que merecen. Seguramente en tiempos muy pretéritos, la horca, como vulgares rateros". 

Eloy R. Mirayo.

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