miércoles, 20 de julio de 2016

HASTA LA ULTIMA GOTA.

A mí me gustaría escribir de la naturaleza; 

del campo abierto; de su salvaje frondosa vegetación; de sus bosques de abedules; de sus pinos, abetos, olmos y hayas; de sus matas y flores; de sus mil distintos tonos de verde, y su variedad de olores; de la fauna que la puebla y disfruta: aves canoras y de las rapaces, de herbívoros, carnívoros e invertebrados; también de sus reptiles e insectos ¿por qué no?

Y me encantaría tratar del constante brotar del subsuelo de la tierra, las incipientes aguas que, por estrechos y sinuosos cauces serpentean buscando otras aguas para crecer y crecer, hasta convertirse en anchas y caudalosas corrientes con destino a los mares. 

Y de esas aguas, conocer y reconocer las distintas especies de  peces fluviales, además de todas las distintas criaturas que viven en sus riberas y cañaverales.

Y, como no; comentar la historia de la Literatura, en prosa o verso; Miguel De Cervantes (1547 - 1616);  Marqués De Sade (1740 - 1814); Goethe (1749 - 1832); Jane Austen (1775 - 1817); Victor Hugo (1802 - 1885); Charles Dickens (1812-1870); Fiódor Dostoyevski (1821 - 1881); León Tolstói (1828 - 1910); Miguel de Unamuno (1864- 1936); 

Gustavo Adolfo Bécquer; Manuel y Antonio Machado; y un infinito número de grandes talentos imposible de manejar por mi.

No es posible escribir, y no hacerlo sobre la Pintura,

al tiempo que recordemos a los grandísimos  pintores, españoles; 

italianos; flamencos, que nos han dejado su maravilloso legado en palacios, iglesias, conventos, museos, y hasta en casas particulares, repartidos por casi todo el mundo.

Se que sería imperdonable escribir de todo de cuanto se puede escribir, y olvidarse de la música; la culta; la cambiante de consumo diario; y la popular. Toda, siendo buena, emociona nuestra sensibilidad.

Hay tantas cosa de las que se puede disfrutar escribiendo de ellas. Pero la realidad es que a mí, al menos, estos hijos de puta, con sus hijoputadas diarias, que me descontrolan, no me permiten hacerlo. 

Me  levanto a diario para ir al trabajo, pongo la tele mientras desayuno y... llego al trabajo, pongo la radio y... vuelvo a casa, me siento en el sofá, empiezo a leer la prensa y... En ese momento me doy cuenta de que lo que está pasando en este país, en el que a mi pesar vivo exiliado, me va hinchando minuto a minuto los cojones, hasta que al acabar el día, terminan pareciendo 

(tal que así) balones de reglamento -con lo incómodo que me resulta- y entonces, no tengo más remedio que ponerme ante el ordenador, y liarme a escribir de lo que estoy sufriendo y de lo que veo que están sufriendo mis familiares, amigos y vecinos, que es de lo mismo que están sufriendo en silencio la mayoría de los habitantes de este extraño país, que no me permite integrarme, no porque él no quiera, sino porque a mí me da repelús, pensar que algún día pudiera formar parte de su paisanaje.

No puedo pensar en escribir sobre la obra de Michelangelo Buonarroti, Shakespeare, o Schuman, porque de pronto me entero de que me han subido el IBI al doble de lo que pagaba, y lo que sale de mi intelecto es el recordatorio soez y ofensivo hacia los progenitores y resto de los familiares de quien determinó la subida. 

No puedo pensar en escribir sobre la naturaleza, porque he de hacerlo cada día, en lo difícil que nos resulta, a mi mujer, a mis hijos y a mí, mantener abierto nuestro pequeño comercio, acosado económicamente por las tres administraciones; 

y lo que sale de mi intelecto, es el recordatorio soez y ofensivo hacia los progenitores y resto de los familiares de quienes nos ponen tantas dificultades.

Es imposible pensar en escribir sobra toda la belleza que Dios nos ha puesto ante los ojos, 

porque uno cuantos cabrones/as hijoputas/os que han agarrado el mango de la sartén, no es que no la suelten, es que se comen hasta la ultima gota de la salsa, de lo que se está cocinando con nuestro esfuerzo y sacrificio.

Eloy R. Mirayo.

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