lunes, 27 de julio de 2015

¿NO PODÍAN HABER BUSCADO OTRA PALABRA?

La lucha de la homosexualidad por conseguir que se utilice la palabra Matrimonio para denominar también la unión de dos personas del mismo sexo, va a resultar vital -gracias a ellos/as-, para que esa palabra no desaparezca del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española -esa cosa que unos viejecitos/as usan para cometer diabluras filológicas como lo de las croquetas y la almóndigas-.

De igual suerte -en peligro de extinción- están las palabras que brotan de manera natural de
esa palabra madre, Matrimonio, en lucha contracorriente por sobrevivir en la modernidad progresista en la que nos llevan andando a trompicones, como a putas -que diría el títere de Pablo Iglesias en el Ayuntamiento-: esposa, esposo; marido, mujer; cónyuge son vocablos que entre heterosexuales, solamente usan los viejos, con viejas costumbres y trasnochado léxico. Hoy, siglo XXI, esas palabras rancias han sido sustituidas por otras más frescas, simples y desresponsabilizadas como; mi chico, mi chica; mi compañero, mi compañera; mi tronco, mi tronca. Por lo que, empleando una lógica aplastante, la palabra Matrimonio, ya no casa.

No puede casar porque, en esta novedosa sociedad pecaminosamente parida por la Democaca, las mujeres y los hombres no se unen par hacer el amor y procrear, sino que se juntan para follar como monos, usando, en la mayoría de sus folletinas toda clase de artilugios, y hasta bestialidades como el aborto, para "impedir traer a quienes serían desgraciados en este mundo".
¿Que es lo que pasa? Pues que gracias a la proliferación de bodas entre lesbianas y bodas entre gays, el vocablo Matrimonio y los vocablos que conforma su "equipo de funcionamiento fónico", y el conjunto de sus sinónimos, parece que seguirán en el Real Diccionario, aunque con sensibles rectificaciones o añadidos.

No deja de ser curioso que precisamente las personas con esa peculiaridad, sentirse atraídas sexualmente por personas de su propio sexo, sean quienes estén recuperando la consistencia, con su fidelidad en la pareja, a la palabra Matrimonio, que tampoco se les identifica:

matrimonio. (Del lat. matrimonium).

1. m. Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales.

Lo que jamás haré yo es criticar la normalidad de los demás; mis gustos y apetencias son mías, y nunca se me ha ocurrido forzar a nadie a que las asuma como propias; pero tampoco aceptaré el que se me impongan los gustos y apetencias de los demás. En buena parte de personalidad asoma algo muy parecido a "que cada perro se lama su pijo" aunque,  la obligación de quien gobierna es procurar no insultar a nadie. ¿No podían haber buscado otra palabra? Lo básico eran los derechos.   

Por Eloy R. Mirayo.

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