martes, 31 de marzo de 2015

LIBREMENTE, PERO CON RESPETO.

La Semana Santa, y con lo que voy a decir no pienso en desvelar un secreto, 

ha pasado de ser unas fechas de asueto para seguir píamente los oficios religiosos, en recuerdo del sufrimiento y muerte de Jesús,

a ser unos días de fiesta, aprovechados para el descaso en las playas o en el interior, fuera de
la rutina de cada día, según los gustos y el poder adquisitivos, al margen de la primigenia motivación, al no ser que, por esas cosas de la vida, el paso de una procesión pase inesperadamente por delante de las mismísimas narices, cundo se está sentado ante una jarra de fresca cerveza y unas gambas blancas de Huelva, en la terraza de una marisquería, o tomando a pie firme un chato de vino, sin más que unas tristes aceitunas, en casa Pepe.

Desde la perspectiva de un católico la cosa nos resulta un poco mal -no hay que exagerar-; el cambio lúdico nos ha cogido con el pie cambiado, por lo radical y por la gran cantidad de gente que se apunta al cambio; ahora, comparándoles con  los que asisten a los actos religiosos, lo que parece intruso son los actos religiosos.

Pero, como todo en esta vida -la Semana Santa no podría ser una excepción-, la cosa tiene también su lado bueno que, seguramente hasta al mismo Jesús hará mirar los acontecimientos con una amplia sonrisa.

Y, ese lado bueno es esa diáspora que la Semana Santa provoca en nuestra querida España; ese bullir de los españoles en todas las direcciones, con animo desenfadado y bolsillo abierto -en lo posible- dando vitalidad a zonas que con el impulso forastero, despiertan del sueño invernal (¡que cursilada!). 

Son muchas las molestias que con toda seguridad tiene que aguantar los naturales de esas zonas, pero son también muchos y muy necesarios los euros que por ese conducto llegan, como un buen trasvase. A los comerciantes, hosteleros y restauradores, seguro que les gustaría que, al menos, fueran tres semanas santas al año.

Resulta muy bueno ese despiporrio semanasantero para los varios millones de personas que "festean", y para los que llevan unos cuantos meses sin trabajo que, al menos por estos días, se sentirán bien, llevando dinero a sus casas, producto de su esfuerzo; y eso es bueno para la dignidad de las personas.

Vistas las dos caras de la moneda con apertura, es bueno que quienes tienen sentimiento religioso en profundidad pueda asistir libremente a los servicios religiosos, y quienes quieran descanso o diversión, también pueda producirse libremente, pero con respeto.

¡Ah! Volved todos a casa.

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