lunes, 1 de diciembre de 2014

INVENTOS ¿COMESTIBLES?.

Entre aquellos que de alguna manera han carecido de casi todo, siempre se encuentran los que cuando alcanzan ese todo como normalidad de uso y disfrute, el tiempo y su frivolidad se lo acaban por convertir en monotonía aburrida e insufrible que les empuja a buscar algo novedoso, por lo que  muchos de aquellos que desde la pobreza llegan a la opulencia sin adquirir el poso necesario que da la inteligencia, en su estupidez, huyendo de lo alcanzado, aceptan lo nuevo, sin importarles el qué, ni el cómo, ni lo absurdo que sea. 

La noticia nos pone a la mayoría de los humanos en estado semigenufléxicos mentales. ¿Que es lo que los chinos están buscando? Al menos yo, reconociendo mi alta tasa de ignorancia, no encuentro el desenfrenado deseo de los chinos por comer algo que hasta hace pocas lunas, que diría el apache, se tiraba a la basura. Ya; ya se que Dios nos hizo distintos, pero no tan distintos como para algunos paguen fortunas por lo que otros tiraban.

Ayer la prensa escrita -concretamente el diario El Mundo-, nos dio la increíble noticia de que desde aquí, España, se habían exportado 4.000 penes -con sus feipes y el otro huevo- de ciervos por valor de 700.000 euros, a China, porque los ricachones de Pekín y Hong Kong pagan un pegote de euros por papeárselos en los restaurantes más importantes, que a la vez son los más caros de aquella ciudad.

Según personas que se la han visto -yo no he tenido ni ocasión ni gusto-, los chinos, y en general todos los orientales, tiene bastante reducida la herramienta de hacer criaturas y, quizás tratando de encontrar la pócima milagrosa que les de más longitud y diámetro, han llevado a cabo aquella máxima de que "de lo que se como se cría".  

Tanto los ciervos como los renos vivos, son una pequeña reserva, si sus penes se ponen de moda entre los más de 1.000.000.000 de chinos. Es de esperar que lo que buscan los chinos, con tan singular ingesta sea algo que solamente se encuentra en el "organillo" de esos animales salvajes porque, si eso que buscan lo pueden encontrar en cualquiera de las demás especies, siendo tantos los millones de degustadores, uno empieza a temer por su propia integridad.

Algún día, los modernos cocineros, se van a llevar por delante a media humanidad con sus inventos. A los grandes "Chefs" ya no les es suficiente las clásicas patatas; los garbanzos, judías o lentejas; no se limitan a las verduras, las carnes o los pescados que durante milenios han alimentado bastante bien a los humanos. Ni siquiera les ha bastado para elaborar sus formulas culinarias los sencillos utensilios de siempre -ollas, cacerolas, cazuelas y sartenes-; ni el fuego de las cocinas bien de leña y carbón, eléctricas o gas. Lo que desde siempre se ha conocido como cocinas y cocineros hoy, hay que hablar de laboratorios y de doctores en Ciencias Culinarias. Las probetas y los sprays de distintos sabores; los sopletes y los soportes donde depositan las pequeñísimas porciones de sus inventos, son tan diferentes como lo son un plato de toda la vida, y una especie de azulejo, donde hace equilibrio la poquita salsa que acompaña a la mínima parte sólida, que el sorprendido comensal paga sin rechistar, como si fuera oro molido, al platino y con unas gotitas de diamante, zafiro o esmeralda.

Y, hablando de inventos comestibles, ayer, en la tele, un afamado chef nos puso el estomago a dar vueltas, contándonos una de sus recetas. El cochino chef explicó así los componentes de una especie de paté, que había creado: "para conseguir este delicioso paté se usan las tripas, los intestinos, las raspas, las escamas y sazonando con la sal suficiente se coloca en un recipiente y se entierra durante dos o tres meses, para que toda esa asquerosidad fermente; entonces se desentierra, se bate, y ya se puede comer". ¿Es una cochinada? pues el chef se guardó en la explicación algunos detalles, para que sus clientes lo pudieran comer sin protestas estomacales.

Y es que a la gente que come en esos restaurantes, no le importa la mierda que le echen, siempre que se la cobren muy cara; tan cara como para que las personas normales, no tengan la capacidad de gasto como para poder sentarse cerca de ellos.

¡Donde esté un bocata de calamares...!

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