viernes, 27 de junio de 2014

QUÉ CAROTAS.

La legalidad depende de las leyes que los políticos en ejercicio dispongan. Así, legales, pueden aparecer algunos supuestos actuales, con lo que algunos sinvergüenzas tranquilizan sus conciencias -admitiendo, que es mucho suponer, que tengan siquiera una pizca de ella- algunos católicos después de pecar gravemente tranquilizan la suya con la absolución del sacerdote, olvidando que la total absolución solamente la otorga Dios; de la misma manera que esa absolución que buscan los trapaceros, no la otorga la legalidad, sino el tribunal que presiden la Mora y la Ética; y ese estricto tribunal, no les absolverá de los delitos de amoralidad y de falta de Ética; mal endémico del que en forma de epidemia se encuentran infectadas la mayoría de las personas que disfrutan del PODER, allí donde este se encuentre.

En estos últimos días ha saltado el caso -otro más que se une al infinito numero- de las Sicav, que ha promovido, en un inusitado rasgo de vergüenza torera, la dimisión del nº1 de IU, Willy Mayer, para el parlamento europeo. ¡Como se puede ser tan golfos, y no ser huéspedes del Estado! Y no les da lacha ver que todo el país esté pasando necesidades (cuando digo todo el país, como es sencillo entender, me refiero a las personas decentes -nosotros- que hundidas en la estrechez económica, esquina a la pobreza y a la miseria), se nos extrae -con mas daño que el dentista la muela- los euros que necesitamos, y que parte de ellos son los que les proporcionan pingües beneficios colocándoles en una de esas Sicav. Ahí han invertido, como los ricachones a los que tanto han criticado, entre otros, la nadadora en honradez la sociata señora Valenciano y el comunista Willy Mayer, el "Judío Errante". ¡Que carotas, Madre mía del alma! Ellos, y todos los demás, que son pocos.

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¿Algo huele mal en Dinamarca? No tan mal como en la "justicia mallorquina", en el caso que afecta a la infanta Cristina. Y lo peor es que a ello ayuda el Consejo del Poder Judicial, que no ha impuesto el silencio absoluto, y ha permitido que el asunto que afecta a la hermana del Rey, se esté intentando dilucidar en la puñetera calle, o como bronca en una corrala vecinal, en vez de en el competente juzgado de Palma de Mallorca. Flaco favor le están haciendo a la Justicia el Consejo, el juez don José Castro y el fiscal don Pedro Horrach, con el sainete que han montado.

Uno siente vergüenza ajena -y a lo peor tiene razón- asistiendo al espectáculo de "espacio televisivo del corazón" la actitud "doncelesca" del fiscal Horrach, en defensa de doña Cristina, intentando sacarla del pozo lleno de suciedad donde se encuentra atrapada -como la princesita del cuento que pide ser libertada desde el ventanuco en lo alto de la almena del castillo-, blanca, limpia y aseada como si la hubieran lavado con Elena; sin importarle un kiriki acusar al Juez Castro de prevaricación y, si yo lo he entendido, hasta de persecución discriminatoria. Por ser doña Cristina quien es, no porque exista el motivo necesario.

Visto desde fuera, y con el poco conocimiento de la parte científica de la Ley que este que os habla tiene, me parece que existe la posibilidad, si el fiscal tiene razón, de denunciar al juez de prevaricación; y si es el juez quien esta en razón, el fiscal podría ser denunciado por obstrucción a la Justicia.

Dios sabe perfectamente  cual de los dos juristas tiene la razón; a Él no se le escapa una. Pero, si alguno de nosotros, junto a nuestras mujeres, anduviéramos por esos rudos rastrojos, sin ser doctor en leyes os aseguro que nuestros familiares que mas nos quieren, a estas alturas, nos estarían llevando tabaco para que lo fumásemos tras de las rejas de la fría mazmorra.

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