lunes, 2 de junio de 2014

COMO LAS VIEJAS FIGURAS DE LA DIFUNTA BISABUELA.

El Rey de España, don Juan Carlos I, por la gracia de Francisco Franco, ha abdicado en la persona de su hijo don Felipe. ¿Noticia esperada o deseada? La salud derrochada en francachelas, cachondeo y pendoneo ha sido en muchos casos la que ha marcado el momento del cambio de dirección.

Hoy, dando la noticia el Presidente del Gobierno, el señor Rajoy, ha dicho que a don Juan Carlos se le debe tener gratitud eterna. No me extraña la gratitud eterna que el señor Rajoy, como todos los políticos actuales y los que ya están amortizados, le deben al personaje, después de que, como Esaú, vendió parte de sus derechos y obligaciones, por la placidez (las lentejas) de la bahía de Palma, y por la emoción de esquiar por las blancas pistas de Baqueira Beret, amen de otras fruslerías falderas.



Parece, por los libros de Historia, que así ha sido siempre en las monarquías, y se conoce que los españoles no nos merecíamos ser la excepción. Lo que se acepta como algo normal, siempre que el personaje sea hombre: libertad, libertinaje y ataque a la fauna. Aceptando que así debe ser (¡que es demasiado aceptar!), y que los hombres, muy hombres, tienen la obligación moral de dar placer a cuantas más féminas, nos lo "merecemos", el que más y el que menos, lo sufraga con los fondos de sus bolsillos, y no con los fondos que se separan de los Presupuestos Generales de ningún Estado.

España fue rescatada como Reino, arrancada de las garras de la más despreciable anarquía, después de tres años de guerra. Limpia de la lacra socio-comunista; aseada, peinada, respetuosa y con perras en el bolsillo, por los resultados que yo, equivocado o no, percibo, no me parece que tuviera la suerte de caer en las mejores manos posibles; creo que el heredero, o no ha sabido, o no ha querido valorar la Herencia (España) en todo su enorme valor.

Sabido es que las modernas monarquías europeas son como las viejas figuras de alfarería de biscuit de la difunta bisabuela, que cuestan un "Güevo", pero ya no tienen utilidad; son un lujo trasnochado. La Nueva Monarquía Española, fue prenda para tan triste papelón. El Caudillo, según me contó su hermano Nicolás, sabía que nunca su sucesor, porque no se lo permitirían, podría gobernar como él lo hizo: pero si dejó las cosas "atadas y bien atadas" para que el rey, don Juan Carlos, tuviera en sus manos el papel de corrector, si es que las cosas se torcían, como está pasando en Cataluña, y se prepara en Vascongadas, desde su rango militar: los cuarenta senadores de designación Real, y el Mando Supremo de los tres Ejércitos. 

Ahora, en la despedida, ante él, le diría: Majestad, no vale "lo siento, me he equivocado". La inteligencia, el valor  y la elegancia ni se hereda, ni existe comercio donde poder comprarse. Si de momento parece no haber "otra", esperemos que el próximo, que está al caer, por español (madrileño), le eche mas huevos a asunto tan serio como es ¡España!

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