miércoles, 25 de junio de 2014

CUESTIÓN DE PRIORIDADES.

Fueron tiempos difíciles, no cabe duda, aquellos tiempos del atroz franquismo, cuando las empresas, por orden gubernamental -un claro abuso de poder de aquel régimen-, no podían echar a ningún trabajador, ni aunque la razón estuviera de parte del empresario.

Tiempos difíciles por exceso de autoritarismo y por la falta de libertad del individuo. Tiempos duros en los que la gente, en muchos barrios de Madrid, con la llegada del verano -aún no se había inventado el aire acondicionado-, había quienes sacaban una colchoneta o una simple manta, y dormían toda la noche al fresco de la calle, mientras la puerta de su casa quedaba abierta; ¡inconscientes! habrá quien piense ahora, contemplando la libertad que los ladrones disfrutan, en estos dichosos tiempos, para reventar las puertas blindadas, que exageradamente hemos puesto todos en nuestras casas (si es que no nos la ha quitado el banco), penetrar en ella para poder robar cuanto les plazca (joyas pocas ya, pues gracias al buen hacer de los políticos demócacas, están vendidas a otra clase de ladrones). 

¿Seremos tan desagradecidos de no reconocer la libertad que se nos ha concedido por este régimen, de escoger libremente el modelo de antirrobo que la industria del ramo nos brinda y que no vale "pa ná"?

Aburridos tiempos aquellos de nuestra juventud, si lo comparamos con la gran corriente de diversiones que esta Democaca ofrece a nuestros jóvenes: sexo, alcohol y toda clase de drogas; multitudinarios macro conciertos con el atractivo de peligrosidad de tanta gente junta inflamada por los estupefacientes y el alcohol unido al incalificable ruido musical, a una cantidad de decibelios exagerados, solamente soportable en "determinadas" condiciones. Pero no les da trabajo. Cuestión de prioridades.

Los tiempos van cambiando y es tonto querer seguir agarrado al pasado. Pasa el tiempo y cambian las circunstancias pero lo que no puede cambiar son las prioridades a las que los gobiernos tienen obligación de atender con nuestro impuestos, como son la sanidad, las pensiones y la enseñanza y, crear la posibilidad para el desarrollo industrial y comercial, allanando, ó no creando dificultades administrativas.

Los tiempos van cambiando y es tonto querer seguir agarrado al pasado. Las manillas del reloj, inexorables, van caminando lentas, dejando atrás los segundos, los minutos, las horas...

Las recetas del pasado no tienen por que ser el mejor remedio para las enfermedades de hoy, pero si deben ser el escalón del que partir hacia adelante, en busca de encontrar la formula que cure la enfermedad actual. Y esa enfermedad  tiene la maldad de atacar a los niños.

"Cerca de dos millones de niños pasan hambre en España" es la noticia que nos daña las entrañas; y más, cundo la prensa nos dice que ha habido indemnizaciones a directivos por encima de los cien millones de euros. 


Es normal que en un país con seis millones de parados, en donde los grandes capitales crecen desmesuradamente, y los impuestos se van en gilipolleces -autonomías, diputaciones, cabildos, EREs y choriceos generalizados:


Extraño seria lo contrario; que los hijos de padres que se están quitando el hambre a puñetazos, disfrutaran de una dieta a base de angulas de Aguinaga, chuletones de ternera gallega y de postre, el muy asturiano arroz con leche, y los mayorcitos una copa de coñac "Napoleon" y un cigarro "Montecristo".

¿Os acordáis? el banco Santander era un banquito regional...

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