viernes, 4 de abril de 2014

SOBERBIA.

Yo, uno más entre los que hemos decidido dedicar un tiempo a lo sucedido entre la presidenta del PP de Madrid y los agentes de Movilidad Vial encargados de la tarea de vigilar para que el transito (el tráfico viene de traficar) rodado de esta capital, transcurra de la mejor manera; o sea, como Dios Manda.

No entro en problemas sobrevenidos por simpatías o antipatías personales o políticas, sino por algo que me parece extraordinariamente esclarecedor del ADN de la clase política que este mierda de sistema, la Democaca, ha encumbrado a lugares que les vienen grandes para sus méritos humanos: la soberbia del imbécil y, cuanto más alto han escalado, mayor es la soberbia, y mayor es el imbécil. Y no quiero señalar.

La ex presidenta de la Autonomía madrileña, no tiene excusa por mucho que intente con la complicidad de quienes se hayan visto en similar conflicto, ante miembros de la autoridad competente, cargarse de razón. En este caso, y en cualquier otro caso en los que haya sido necesaria su intervención, los agentes no hacen otra cosa que cumplir con la obligación que les ha sido asignada por el Mando; a los infractores, independiente a su alcurnia y rancio linaje, ante ellos, no les cabe otra cosa que aceptar la denuncia reconociendo la infracción, con respeto a la autoridad que representan, y si la creen injustificada, siempre queda la posibilidad de recurrir. 

Eso, una gran dosis de soberbia, es lo que ha desencadenado una tormenta innecesaria si la "Merkel" española, disciplinadamente, hubiera pechado con las consecuencia derivadas de su falta, como hice yo, en parecidas circunstancias, que antes de arrancar mi vehículo, al despedirme del agente lo hice con un sincero apretón de manos, reconociendo su labor, que no es otra que la de velar por la seguridad vial de nuestra ciudad y, en mi caso, de las carretera y autovías. (Por cierto, el agente de la Guardia Civil que me multó, con amabilidad, me aconsejó recurrir, lo que no hice por la razón de comprender mi culpa). A estos políticos el despotismo les ha borrado hasta la última brizna de la imprescindible humildad necesaria para cubrir adecuadamente un cargo publico, alto, medio o bajo. 

Nadie inteligente  se puede creer que doña Esperanza Aguirre intentara huir del lugar, con la intención de escapar de la justicia; sería cosa de mema; lo que empujó a la señora a acelerar su vehículo es la soberbia; la altanería y, lo más lamentable, el desprecio a quienes creen inferiores.

Doña Esperanza, sería bueno que usted entienda que cuando un agente de Movilidad Vial está actuando, en ese momento y por esos motivos, es la máxima autoridad, por encima del rey, del presidente del Gobierno, del presidente autonómico y por supuesto, de la simple presidenta del PP de Madrid, que solamente representa un pequeño moñigo de esta Democaca.

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Por fin ha salido alguien con autoridad suficiente para ser escuchado, pidiendo que el asesino Bolinaga vuelva a la cárcel, lugar del que nunca debería haber salido -vivo, al menos-, mientras no hubiera concluido su condena.

Excarcelado por motivos humanitarios, según el Gobierno, porque se encontraba, gracias al cáncer, en estado preagónico, ese que vemos bajo estos renglones es el proceso evolutivo de su "enfermedad terminal". Este hijoputa es tan malo que ni siquiera el cáncer es capaz de acabar con él.



Ahora la justicia ha abierto un caso de asesinato terrorista del que se le supone culpable, y el juez encargado de ese caso acordó la inhumana disposición de dictar prisión incondicional, en su puta casa, con el limitado permiso de salir a la calle, en compañía de unos policías autónomos, cuando tenga que hacerlo por imperativo sanitario.

En las cárceles españolas existen bastantes casos de reclusos afectados de cáncer, que solo salen de prisión para recibir tratamiento ambulatorio, y vuelta a la cárcel. Hoy, sin remontarnos en el tiempo, ha muerto por cáncer una activista, no tan sanguinaria, del GRAPO. 

¿Nos explicaran algún día el por qué se le da ese trato a Bolinaga?  ¿por que esa consideración? ¡A la cárcel con él? Y cuando muera, al más sucio vertedero con su asqueroso cuerpo.

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