martes, 25 de febrero de 2014

DEBATE INUTIL.

Hoy se ha comenzado a debatir y terminará mañana, como todos sabemos, el "Estado de la Nación". No es necesario echarle tantas horas y gastar tanta saliva, en alcanzar la certeza en cuanto a como esta la Nación. Ahora mismo, sin echarle al asunto más de un par de minutos, y me sobra la mitad, yo les doy gratuitamente el diagnostico acertado que, lo mismo que esta en mi mente, está en la mente de la casi totalidad de los españoles: ¡Fatal!

El Estado de la Nación -si como el señor Rajoy ha dicho en su disertación, todos estamos bajo el IMPERIO de la LEY-, está como para que todos cuantos tengan o hayan tenido responsabilidades políticas, desde que nos alcanzó la maligna bacteria de la Democaca, deberían estar penando sus culpas en el más frío y lóbrego de los presidios, con un régimen alimenticio a base de pan y mierda.

Porque no todos se pueden excusar en su demostrada incapacidad intelectual, como podrían hacerlo José Luis Rodríguez  Zapatero, sus cheerlearders y sus mariachis. También, aunque pocos con una mínima porción de inteligencia, en su labor pro hundimiento de la Nación, aportaron toda la mala leche que mamaron, como es el caso del señor X, el "malange andaluz y sus brother" y los indeseables del clan de la tortilla. Sin que caiga en el olvido "el Tahúr del Mississippi" y sus perjuras ratas  salidas del interior (posiblemente por el mismísimo ano) del GLORIOSO MOVIMIENTO NACIONAL. (En todas partes es posible encontrar  sinvergüenzas, golfos y traidores. Jesús entre sus apóstoles tuvo a Judas).

¿Esperanza de mejora?. Siempre hay que confiar en Dios, porque otra cosa, parece estar muy alejada de la capacidad de estos "humanoides" que apenas si se saben hacer derecha la raya del peinado.

Este festejo que se ha dado en llamar El Estado de la Nación, es como la feria del ganado de mi pueblo: se exponen en un cercado los distintos animales, por especies, y allí, cada cual en su espacio; unos mugiendo, otros balando, otros cacareando, otros relinchando y otros gruñendo, pero todos, todos, dejando el lugar emporcado, como es natural.

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No pudo, ni quiero dejar pasa la ocasión de reconocer a un imbécil entre la multitud: el imbécil que en Barcelona le niega el saludo a una personalidad del Estado al que, por desgracia él, quiera o no quiera, pertenece.   



No me molesta la idiotez del sujeto porque me sienta monárquico, que no lo soy, sino porque mientras la situación no cambie a una república, don Felipe es una de las personalidades del Estado Español, en el que está incluida Cataluña.

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