martes, 1 de octubre de 2013

¿NO ES TARDE?

"Educar para ser mejor, no para ser el mejor". Como slogan teórico no tiene precio; lo malo es hacer que la gran mayoría de los alumnos, incluido los universitarios, dado el bajo nivel alcanzado sean capaces de llegarlo a comprender.

"Un profesor que no tenga autoridad es como el mar sin agua". Esta aseveración suena a sarcasmo, después de treinta y ocho años en los que todas las autoridades, y por todos los partidos políticos la autoridad de los profesores, ha sido machacada; triturada y dada de trofeo a los escolares y a sus "papás". No pueden venir ahora con la chorrada de que la Ley Orgánica Para la Mejora Educativa (Lomce), "que tras muchos años de reivindicación reconocerá a los directores y profesores de los centros de enseñanza como autoridades públicas". ¡Chorradas! Repito, y repetiré mientras viva. Jamás los profesores y los directores podrán ejercer esa autoridad que dicen que les otorga la Ley Orgánica, mientras la autoridad suprema la ejerzan las asociaciones de padres; autoridad superior a la autoridad ministerial, al estar reforzada con el valor de los votos, y es con la que cubre las bestialidades que, con gran asiduidad, cometen los alumnos; o sea, sus hijos e hijas. ¿No les parece un tanto tarde llegar a este punto? La salud arruinada de muchos docentes (de los buenos; de los vocacionales) que enfermaron de depresión por la violencia contra ellos de los alumnos, y la desatención del ministerio, desoyendo las denuncias por malos tratos y hasta de agresiones físicas.

El ex ministro de Educación con los socialistas, don Ángel Gabilondo, se le ocurre el chascarrillo de "Si Aristóteles fuera hoy a una universidad, no sabría a qué facultad ir". Y en su regreso al pasado nos ilustra con una cita de Marco Aurelio "el cuidado de uno mismo y de los otros es la mejor educación". Yo lo mejoraría cuidando de mí y teniendo mucho cuidado con ustedes, los llegados a la política sin ideas -como ex fraile, dejando las cosas a la buena de Dios- pero con el ánimo del vaquero: ordeñarla hasta dejarla más seca que una algarroba.

El señor Gabilondo, que se ha pasado toda la vida como profesor, dando clase en colegios de Los Sagrados Corazones y en la universidad, se le ocurre decir que "debe ser muy difícil ser buen profesor -¡él sabrá! ¿o es que él era malo?- porque uno debe estar a la altura de sus propias palabras".

Sería necio por mi parte entrar a analizar la bondad docente de don Ángel Gabilondo, por la sencilla razón de que me es absolutamente desconocida, pero si puedo tener opinión de su labor al frente del ministerio de Educación, pues su paso no ha constituido un cambio notoriamente beneficioso, sino todo lo contrario. También debo decir que su aportación no destaca por buena o por mala de la de los distintos ministros de Educación que, desde la llegada de la Democracia, han puesto sus culitos (femeninos) o culazos (masculinos) en sillón tan trascendente.

Don Javier Aurora, doctor en Psicología Clínica, considera que los docentes "tienen que estar socialmente bien reconocidos. Deben dar ejemplo a sus alumnos y ser emocionalmente equilibrados, porque los niños lo notan todo". Y remata "No creo que pueda existir un educador que no sea esperanzador".

Para la mayoría de los educadores que han quedado, después de la diáspora de los mejores, sus emociones están alrededor de sus propias aficiones y su esperanza la tienen puesta en las próximas huelgas (¡venga la juerga!) porque, viendo lo que hemos visto hasta hoy, la impresión es que a estos educadores, el nivel educativo a alcanzar por sus alumnos, les importa un bledo. Seguro que a estos no les alcanzará la depresión. Por otro lado, según los resultados de los últimos exámenes de profesores, no es extraño el nivel de nuestros escolares.

No hay comentarios: