martes, 15 de octubre de 2013

HIPOCRESÍA.

Lamentarse ahora resulta cómico, si no fuera porque el final pudiera ser muy trágico.

La cara dura del ex presidente José María Aznar, pidiendo a Mariano Rajoy que lidere a España frente al separatismo, cuando el, para conseguir gobernar, pactó con los separatistas catalanes y vascos, es de puro acero toledano. Don José María, lo mismo que Adolfo Suárez, el sociata Felipe González y hasta el memo José Luis Zapatero, han cambalacheado con los separatistas catalanes y vascos, permitiéndoles que como Mortadelo, aparecieran como buenos nacionalistas. Y lo malo es que los españoles no sabremos de las consecuencias hasta que la cosa no tenga más solución que la de los puños y las pistolas.

La hipocresía es el rasgo mas imprescindible de la personalidad del político de la Democracia. Y el señor Aznar no iba a ser una de las escasas excepciones, si es que existe alguna. Durante los ocho años de su gobierno, no nos engaña, hubo infinidad de posibilidades de dejar claro, más que claro, cristalino, que jamás se toleraría ninguna clase de ataque, cruento o incruento, la integridad territorial de España. Incruento, con la constitución en la mano, y cruento, con todas las fuerzas de los Ejércitos y sus armas.

Parece indiscutible que para el expresidente Aznar fue más cómodo, y personalmente más rentable aceptar la negociación y ceder, que rechazar el diálogo y meter en la cárcel, motivos no parece que faltaran, al presidente de la Generalidad de Cataluña, a sus hijos y a muchos de sus allegados; aunque nada más fuera por los vasos de corrupción que por ser muchos rebosaron, hasta llegar al conocimiento de todos.

Hicieron mal las cosas y, de aquellos "malos polvos" (hablar catalán en la intimidad), vinieron estos lodos. Pero aún lo podría arreglar si, en vez de quedarse en el borde de la alberca, se lanzara valientemente al agua. ¡Tampoco es menester mucha valentía! Los caimanes y tiburones que flotan en el Mediterráneo y en el Cantábrico son de plástico inflable, de los que los niños juegan en aquellas aguas.

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